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4 de mayo de 2016

Un viaje de 1000 kilómetros empieza con un primer paso (máxima china)

“Una odisea sin paralelo en los anales de la Comarca Lagunera con resonancia nacional y tal vez internacional, descrita pormenorizadamente en el libro intitulado  “202 sampetrinas hicieron retemblar en su centro la tierra misma”, escrito a la manera de ensayo histórico por la maestra Gutiérrez Medellín,  con el apoyo de su hija Paloma Peña Gutiérrez, quien se encargó de ordenar y secuenciar documentos, publicaciones periodísticas,  anécdotas y comentarios recopilados por la autora de sus días en los meses subsecuentes de la original protesta mujeril”, escribe Higinio Esparza Ramírez a propósito del ensayo que se refiere a la llamada Caravana del Hambre y con la que más de 200 mujeres de San Pedro de las Colonias lograron la atención de los gobiernos federal y estatal para paliar en alguna medida la terrible situación económica que enfrentaban. Refiere Higinio Esparza que los reporteros que en aquel entonces cubrieron el suceso se involucraron sentimentalmente con las marchantes, pero ello no afectó su objetividad de periodistas y mostró en cambio el rango de humanidad de Eduardo Elizalde Escobedo, Ignacio Quiroz M. y Jesús Sánchez Hermosillo comisionados para cubrir la marcha por La Opinión, El Sol del Norte y la Revista Impacto. De alguna manera el artículo de Higinio Esparza  que me llegó por medio del colega Jesús Máximo Moreno Mejía sirve para celebrar como cada mayo el Día Internacional de la Libertad de Expresión.

A doña Olga De Juambelz y Horcasitas

* Elementos del Ejército,  tratando de amedrentar a las mujeres, las rodearon y apuntaron, cortando cartucho…
* La Policía Federal de Caminos impide que algunos “traileros” ayuden al transporte de las más ancianas y negó permisos para que gente de Monterrey enviara camiones (con víveres y agua)…
* El gobernador (Raúl Madero) condenó enérgicamente la marcha de la Caravana de Hambre de las Mujeres de San Pedro, asegurando que las azuzan las fuerzas regresivas del estado…
* La CNC (con sus líderes tripones) también impugnó el sacrificio de las caravaneras, diciendo que son juguete de terceras personas…
* Agentes policiacos destruyeron los mechones que las caravaneras pretendían usar para alumbrar su camino durante la noche, y las obligaron a retirar los cartelones con sus demandas,  los cuales iban dejando en las orillas de la carretera…
* Dos choferes detenidos en San Pedro por haber auxiliado a las doscientas mujeres que se lanzaron a la aventura de protestar por la caótica situación económica por la cual atraviesan…
* Eustaquio Fernández Terrazas, jefe de la Policía Federal de Caminos, anunció que no permitirá que ninguna persona de San Pedro o de poblados por donde pase (la caravana), entregue alimentos o alguna otra clase de comida (sic). 

En mayo de 1963, a partir del día 19,  los acosos, amenazas, humillaciones y rechazos del sector oficial y de particulares y líderes  explotadores, no doblegaron a las 202 mujeres campesinas y citadinas de San Pedro de las Colonias que emprendieron a pie una marcha kilométrica hacia  la residencia oficial de Los Pinos, en la capital de la República, a fin de entregarle al presidente Adolfo López Mateos, en sus propias manos, un documento con una serie de demandas orientadas a paliar la  miseria que castigaba inmisericorde a aquella zona rural coahuilense,  donde niños hambrientos y con sed  bebían –para seguir subsistiendo- la sangre de los animales sacrificados en el rastro municipal o “pepenaban” “comida”  en los mezquitales y nopaleras de los ejidos.
“Caravana de Hambre” fue llamada aquella épica jornada, cuya historia documentada preservó la maestra  Gabriela Gutiérrez Medellín,   hija de una de las mujeres de San Pedro de las Colonias –la señora Juana María Medellín de Gutiérrez-  que se convirtieron en asistentes y asesoras  de las  estoicas  caminantes vencedoras del  desierto y que  consiguieron –finalmente- una entrevista  de sus  representantes con el  jefe de la nación en su propio despacho y de la cual surgieron acuerdos presidenciales para resolver los problemas planteados.
La singular caravana sólo llegó hasta Saltillo, la capital del estado,  donde por vía telefónica se hicieron los arreglos para que el Presidente atendiera personalmente  a las comisionadas y auxiliares, encabezado el grupo por la señora Juanita Medellín de Gutiérrez. Ellas fueron llevadas a México por vía aérea.
En 9 días la columna pedestre había recorrido 246 kilómetros “bajo la lluvia, un ardiente sol, hambres y enfermedades”, reportaron los cronistas.  Habían logrado ya su propósito y obtenido más de lo que pedían, según las versiones  de la época.
Una odisea sin paralelo en los anales de la Comarca Lagunera con resonancia nacional y tal vez internacional, descrita pormenorizadamente en el libro intitulado  “202 sampetrinas hicieron retemblar en su centro la tierra misma”, escrito a la manera de ensayo histórico por la maestra Gutiérrez Medellín,  con el apoyo de su hija Paloma Peña Gutiérrez, quien se encargó de ordenar y secuenciar documentos, publicaciones periodísticas,  anécdotas y comentarios recopilados por la autora de sus días en los meses subsecuentes de la original protesta mujeril.
El libro, impreso en agosto de 2015, contiene  las  crónicas  de los reporteros que cubrieron día a día y noche a noche el extenuante recorrido,  copias de fotografías de impactante dramatismo e información complementaria alrededor de un joven que se suicidó en San Pedro con un rifle calibre 22 porque no tuvo dinero para pagar la cuota que le exigían los traficantes de braceros –quería irse a los EU para ganar dinero y remitirlo a su familia-, y un intento de autoinmolación por parte de una madre junto con su hija de apenas cinco años de edad que no habían probado alimento durante seis días.
Este texto fue redactado  con los testimonios periodísticos extraídos del tomo en cuestión,  los cuales reflejan, asimismo,  el involucramiento sentimental de los reporteros con las marchistas, dolidos  por el sufrimiento y las miles de penalidades que las damas encontraron en el camino de más de 240 kilómetros que cubrieron a pie en una primera y única etapa –después viajarían  cinco de ellas en avión a México-  a través del inclemente desierto,  soportando con heroicidad las resolanas y tolvaneras, “el viento frío y polvoso que soplaba  todas las noches”  y sobre todo y en forma preponderante, el hambre y la sed que las castigaban sin piedad.
Eduardo Elizalde Escobedo.
Eduardo Elizalde Escobedo, enviado especial de La Opinión, escribió: “El hambre lanzó a la más atrevida y agobiante aventura a 202 mujeres que pretenden recorrer a pie más de mil kilómetros con el fin de entrevistarse con el presidente de la República y solicitar su intervención para terminar con tal situación que ha hundido en la más espantosa miseria a muchas familias sampetrinas”.
Ignacio Quiroz M. reportero de El Sol del Norte, desde Saltillo,  Coahuila: “…ya no son 212 sino 250 las mujeres que en busca de justicia, su justicia, tratan de llegar a como dé lugar ante el presidente de la República para exponerle sus penas, que son el sentir de la Comarca Lagunera, azotada por los elementos que han convertido a la antes fértil zona en un páramo donde la gente tiene hambre y sed”.
Jesús Sánchez Hermosillo, enviado especial de la revista “Impacto”: “Sombreros de paja, pañoletas remendadas, canas, cabelleras flotantes, rostros ajados por el viento, ojos enlodados por el llanto y la tierra, cuerpos encorvados, axilas sudorosas, senos flácidos, piernas aterradas, huaraches, pies hinchados, callosos, heridos, sangrantes… cientos de mujeres caminan por la carretera, ancianas, jóvenes embarazadas, enfermas… ni el cansancio ni el quemante sol del desierto, ni las tolvaneras, ni las lluvias ni las granizadas, ni siquiera las autoridades municipales ni estatales  han podido detenerlas; sólo un hombre puede dar fin a este inenarrable sacrificio: el Presidente de la República”.
La misma publicación reproduce la fotografía de un hombre  con una niña agónica de cuatro años de edad en  sus brazos.  Sánchez Hermosillo relató, conmovido: “…fui llamado por un grupo de campesinos que querían que viera algo que no podré olvidar, sentado sobre la banqueta un hombre, un espectro de hombre, veía agonizar en sus brazos a una niña de unos cuatro años, sí, muriéndose de hambre; el hombre también tenía hambre, pero sólo se ocupaba en llorar. ¿Qué podía preguntarle a aquel hombre?. Nada.
Con pasión y decisión para encauzar su destino –relataron los reporteros-, estas mujeres excepcionales lucharon como fieras por sus familias con un solo objetivo: acabar con el hambre,  el lucro y la miseria que las flagelaban. Sin agua, sin  alimentos, sin medicinas, jóvenes y ancianas mal vestidas abandonaron sus misérrimos hogares para aventurarse en caminos y brechas con un solo propósito: hablar en directo con el presidente de la República para pedirle la apertura de fuentes de empleo para sus maridos, ya fuera en obras hidráulicas, en  la construcción de carreteras o en la explotación de la cera de candelilla. Aparte demandaron la suspensión inmediata  de los vales de la Conasupo manejados como en los tiempos de las “tiendas de raya”.
De la misma manera  denunciarían  ante el primer mandatario, los abusos y corruptelas de los funcionarios y empleados de los bancos agrario y rural y de los líderes cenecistas coludidos con los explotadores y el poder oficial, además de falta de agua para riego que no se les daba a los campesinos desde un año atrás. Desde el principio, las caravaneras aclararon que su lucha no tenía tintes políticos ni de otra torcida índole. Solo las movía el frenético deseo de buscar la felicidad para ellas y sus familias: “Nuestros hijos necesitan alimento, la falta de trabajo hace que estemos en completa pobreza, por eso vamos a México”, dijeron una y otra vez a los funcionarios  municipales, estatales y federales, incluyendo a los militares que insistieron mediante  amenazas,  represiones y encarcelamientos, en disolver el movimiento femenil para no molestar a los gobernantes.
“A nuestros hombres los dejamos en casa, cuidando a los niños.  No quisimos que ellos formaran la caravana porque fácilmente los hubieran convencido de que regresaran y esperaran una respuesta que nunca llegaría. Ya estamos hartos de promesas que nunca  se cumplen”, explicaron las féminas
Entre las penurias superadas con valor y sacrificio en el camino por parte de las 202 sampetrinas y asociadas, destacaron:  edad avanzada, mala alimentación –frijoles, chile y tortillas fueron su comida básica al partir-;  pies inflamados, zapatos y huaraches deteriorados, ingesta de agua gruesa, salitrosa y maloliente,  aguaceros y lluvias, vientos y tolvaneras que arrastraban a las más delgadas, males agravados por el esfuerzo, piernas paralizadas, padecimientos bronquiales originados por el mal tiempo, los mosquitos chupa sangre y la amenaza de las víboras ocultas en la maleza.
Rosa Margarita Moreno Gómez de Flores, la autora del prólogo, señala sobre el libro: “Esta obra es un merecido reconocimiento a todas esas mujeres que participaron en aquella marcha que por justicia de Dios fue fructífera y loable y sin duda alguna está llamada a ser un referente imprescindible para observar y ser parte de los fenómenos económicos, políticos y sociales de nuestro país, tan terriblemente dañado”.
¿Y cómo cesó la represión militar? Con el Himno Nacional Mexicano cantado a coro por las audaces e inteligentes mujeres de San Pedro de las Colonias, Coahuila. Los militares no tuvieron más remedio que asumir la posición de firmes y regresar el rifle amenazador a su lugar: asido verticalmente con la mano derecha y recargado en el hombro, sin apuntar a nadie, sólo al cielo.
Finalmente,  de mi parte, una reflexión filosófica china: -Un viaje de 1000 kilómetros comienza con un primer paso.

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