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15 de agosto de 2016

Al rescate de viejos testigos de la historia

Originaria de Torreón pero con muchos años de residencia en la Delegación Benito Juárez de la hoy Ciudad de México Lilia Margarita Rivera Mantilla siente un profundo cariño por sus raíces, en especial por la historia y los edificios de la antes denominada Perla de la Laguna. En el presente texto la colaboradora de www.hoyexpresiondelalaguna.blogspot.com realiza un recorrido por Bucareli, donde se alzan inmuebles que guardan semejanza con edificios emblemáticos de esta población en la que “vencimos al desierto”. Al rescate de viejos testigos de la historia, es el primero de una serie de artículos.

En el antiguo Paseo de Bucareli, ahora conocido simplemente como Bucareli, se encuentran algunos edificios que me hacen recordar otros tiempos de mi ciudad natal: Torreón, Coahuila. Empiezo por el antiguo Palacio de Cobián, el palacete que el agricultor algodonero y fraccionador de  la zona oriente de Torreón, Feliciano Cobián, mandó construir en 1902 al arquitecto Emilio Dondé, para habitar junto a Rosalía, su prima hermana con quien se casó. Y alrededor de este palacio ahora ocupado por la Secretaría de Gobernación, se encuentran otros aún bellos edificios que al inaugurarse  deslumbraron por su belleza y modernidad. Hay tres edificios famosos por su arquitectura y por lo que significaron en el momento en que se empezaron a habitar: el edificio Gaona, el edificio Vizcaya y el edificio del Buen Tono.
Por esos años, el Coronel Carlos González Montes de Oca, quien había sido presidente municipal de Torreón antes de ser declarada como ciudad, encargó al arquitecto e ingeniero Federico Wulff la construcción del Hotel Salvador. El estilo arquitectónico del hotel, al igual que el de los edificios que mencioné antes, lo convirtió en un sitio importante e imponente por su estilo, el lujo y el confort del que disfrutarían los privilegiados huéspedes del lugar.
Aspecto actual del Edificio Gaona
El edificio Gaona. Lleva el apellido del famoso torero Rodolfo Gaona quien lo manda construir al arquitecto Ángel Torres Torrija, en el año de 1922. Este edificio se hizo con la idea de que fuera uno de los primeros multifamiliares de la ciudad. Su fachada muestra un estilo neocolonial y tiene sobre sus muros los dibujos en azulejos de Hernán Cortés, siete virreyes y los escudos de armas de algunos estados del país. La intención de su estilo fue el de volver a una arquitectura nacionalista que se alejara del estilo afrancesado que distinguió a la época de Porfirio Díaz. Pero la situación actual en que se encuentra el edificio es bastante deplorable. Gaona muere intestado, dejando el edificio en un litigio que no  han podido resolver los supuestos herederos.
Hotel Salvador a
principios del Siglo XX
Los antiguos inquilinos se sienten poseedores de su vivienda, pero no pueden escriturarla como verdaderos propietarios. Oleadas de nuevos inquilinos llegan a ocupar –incluso invadiendo- los departamentos que encuentran vacíos. Pero casi nadie se ocupa del mantenimiento del inmueble. Y de muy poco sirve que este hermoso edificio esté considerado dentro del catálogo del INBA y del INAH como parte del patrimonio cultural e histórico de la ciudad, ya que su deterioro y decadencia son notables. Los vecinos están agrupados en una asociación para defender el inmueble, pero han tenido muy poca respuesta por parte de las autoridades de la Delegación Cuauhtémoc, demarcación en donde se encuentra el edificio.
No sé si a todos los niños de mi época les llamaría la atención. Casi nadie lo mencionaba. Era de mucho mundo asistir al Hotel Río Nazas para los bailes de fin de año. También el Hotel Calvete contaba con mucho prestigio en esa mitad de la década de los sesenta. Y el austero y señorial Hotel Elvira era sede de tantas fiestas en su roof garden.
Aspecto actual del
Hotel Salvador
El Hotel Salvador imponía. A mí me recordaba a una de esas enormes casas que aparecían en las películas de misterio, esas donde había condes que se convertían en vampiros y que vivían en los Montes Cárpatos de la alta Hungría, o por los alrededores. Conforme pasaba el tiempo, para él y para mí, empecé a observar su belleza, pero seguía inspirándome temor. Se veía viejo, funcionando aún, pero sin esplendor. Además, no estaba ya en la zona chic de la ciudad. Se había quedado en lo viejo, en lo que ya empezaba a oler a abandono, ha pasado de moda. Al igual que sucedió con otros edificios de su época, víctimas de la insensibilidad de sus dueños o moradores, el Hotel Salvador fue hundiéndose poco a poco en el olvido, llenándose  de óxido, moho y hongos como un viejo barco perdido en las profundidades del mar de la apatía.
Comparo el antes y el después del estado del Hotel Salvador. Al igual que el Edificio Gaona en la calle de Bucareli, en la Ciudad de México, la ignorancia aunada a la apatía de los dueños y autoridades de la ciudad han contribuido a convertirlo en un lastimoso ente testigo del esplendor perdido de una de las ciudades consentidas del porfiriano.
Pero, después de los lamentos, ¿qué puede hacerse para lograr su restauración con el objeto de que vuelva a recuperar su belleza y funcionalidad aunque no sea propiamente como un hotel?
Este artículo continuará.

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