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8 de septiembre de 2018

Vivencias


Lo que sigue, corresponde a un estado en facebook de Lilia Margarita Rivera Mantilla, aparecido este día a propósito del devastador sismo que azotó hace un año a la Ciudad de México y que tuvo su epicentro en la costa de Chiapas, en Pijiapan. Lilia tiene la costumbre de escribir por lo que se hace entender fácilmente y con economía de palabras por medio del lenguaje escrito, también es colaboradora habitual de Hoy Acontecer de la Laguna por lo que les comparto el presente texto.

Presagios

Hace un año empezaría la tragedia inimaginable. Había caído profundamente dormida después de un día de mucho ajetreo. Apenas pude reaccionar cuando sonó la alerta sísmica; nos dio tiempo de bajar, se sentía muy fuerte el movimiento -como péndulo balanceando rápido de un lado para el otro-; los vecinos coincidíamos en que se sentía muy fuerte. Después de recuperar la calma, nos enteramos de la magnitud y el epicentro: 8.2, Pijiapan, en la costa de Chiapas. Las noticias por radio reportaban muy poco, en la noche no se podía apreciar la magnitud del desastre. El asombro y la tristeza fue lo que prevaleció a la mañana siguiente. Once días después, otra catástrofe que no hemos podido superar. Yo, no.

Antes de la tormenta

Sabía que estaba por empezar a llover, olía a humedad por todos lados, pero el parque se veía hermoso lleno de tonalidades verdes y grises. Boté a un lado el paraguas y decidí tomar algunas fotos, son de esas ocurrencias que de pronto me asaltan y, ahora sin prejuicio, decido llevar a cabo. Y después corrí hacia el restaurante-cafetería donde, con cierta frecuencia, me reúno con varias amigas a platicar, a reír o llorar según los sentimientos que traigamos muy adentro.
Como si hubiéramos sacado un radar para detectar qué fenómenos meteorológicos se aproximaban por cielo, mar y tierra, nos pusimos a recordar el terremoto de 1985, cada quien compartió los recuerdos de sus propias vivencias. Afuera llovía y llovía. 
Llovió tanto que esto provocó que se desbordara el Río San Buenaventura de Xochimilco y que inundara un gran tramo del Periférico que corre hacia el sur y al oriente, en la Ciudad de México. Mi amiga Aurora y su familia se quedaron atrapados por horas en plena inundación. Nos iba informando por medio de whatsapps (me choca la palabrita) de lo caótica que estaba la situación y de lo asustada que se encontraba; pudieron salir del atolladero para llegar a su casa alrededor de las tres de la mañana. 
Y en la noche del jueves 7, casi para empezar el viernes 8 de septiembre, ocurre un sismo de una magnitud que no nos esperábamos, y que, lamentablemente, dejó muerte y destrucción en cientos de municipios, de los muy necesitados, en Oaxaca y Chiapas. El huracán Irma iba arrasando lo que encontraba a su paso por las islas del Caribe, el huracán Katia pegó al norte de Veracruz; para el domingo 10 de este mismo mes, Irma casi barre la Florida, y aún no se sabe qué caprichosa trayectoria llevará José.
Desastres naturales, ¿por qué? La Tierra está viva y se mueve, retiembla en sus antros y se refresca. De los seres vivos, ¿quién fue el último en aparecer sobre su faz? Los humanos nos sentimos tan superiores porque nos han dicho que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, pero somos tan frágiles y tan efímeros. Mejor será que hagamos las paces con la naturaleza.

Lilia Margarita Rivera Mantilla
Ciudad de México 11/09/17



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