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23 de noviembre de 2010

Rosalía de Castro


En su semanal colaboración para LA OPINIÓN MILENIO el diputado federal y Presidente del Comité directivo Estatal del PRI  Rubén MOREIRA VALDEZ  relata la historia de una mujer que trascendió su época por méritos propios, la columna se denomina Ahí le Encargo se publicó en la edición del 23 de noviembre  de 2010. 

“Miña terra, miña terra, terra donde m’eu criei, hortiña 
que quero tanto figueiriñas que prantei...”


Las escrituras claman que Dios creó los cielos, la tierra y todo lo que hay en ellos en seis días. En el mismo Génesis se consigna que el Todopoderoso dedicó el siguiente al descanso. El Libro de libros lo consigna en sus primeros párrafos: “Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”.
Lo que no cuenta la Biblia es en qué lugar el Señor descansó de su arduo trabajo. Qué sitio de los cielos o la tierra fue el que tuvo el privilegio de ser escogido para tomar su asueto el que todo lo puede.
Rosalía de Castro nació en el Año del Señor de 1837, en la ciudad que custodia los restos del santo peregrino. La niña fue bautizada a las pocas horas de ver la luz; no la presentaron sus padres, sino una mujer que trabajaba para su madre. A los pocos días, la menor salió de Santiago de Compostela para vivir con la familia paterna en un pueblo cercano. El tiempo la reencontró con su madre, a quien admiró y de quien seguro heredó su personalidad fuerte e independiente.
Galicia es tierra de contrastes y, por lo tanto, de migrantes. El pueblo gallego está disperso en el mundo. Los primeros llegaron a las Américas en los días de Colón, y en diversos momentos de la historia nuevas oleadas nutrieron a muchas otras culturas. Galicia es un paraíso que invita a reposar; su paisaje es espléndido y lo caracterizan cinco rías de aguas obscuras.
La guerra y el hambre son la espada que empuja a mujeres y hombres para abandonar su hogar. Los padres salen a buscar el sustento de la familia; los jóvenes, un futuro mejor. La historia de los clandestinos que salen de sus tierras es siempre la misma: sufrimiento, sufrimiento y más sufrimiento.
No importa si se es mexicano, magrebí, gallego, peruano o irlandés; tampoco hay diferencia si hablamos del siglo XVl o del XXl. El migrante sufre por el pecado de querer sobrevivir; vende su fuerza de trabajo, que es lo único que tiene y arriesga todo. De vez en vez, la apuesta se pierde y el padre no regresa. Deja la zalea en una alambrada, en una crujía, en un rancho de Tamaulipas, o en una patera entre Ceuta y Gibraltar.
La poetisa se distinguió por su rebeldía, por sus versos melodiosos; por su feminismo inteligente y su amor a Galicia. La mató un cáncer incurable y su fama la convirtió en un icono de la cultura de su patria, porque ser gallego no es ser español, pues para el primero su patria es la que vio nacer al heroico Lister.
Rosalía escribió a favor de su tierra y su gente. En su poema “Castellanos de Castilla” con rabia denunció:
“Cuando fue, iba sonriendo;
cuando vino, venía muriendo;
el que ilumina mis ojos,
el amante de mi pecho”.
Y más adelante, con dureza y amargura agrega a este poema que reclama el maltrato a los migrantes:
“¡Castellanos de Castilla,
tenéis corazón de acero,
alma dura como las peñas,
y sin entrañas el pecho!”
La tradición dice que el Señor, una vez terminada la Creación, se fue a Galicia a descansar. Apoyó su mano en la arena húmeda; hundió sus dedos y al retirarlos el mar ocupó la impresión dejada por ellos, configurando las cinco Rías que caracterizan a la costa gallega. Al sacudir la mano, el lodo que cayó al mar formó unas pequeñas islas.

Rubén Moreira Valdez es diputado federal del PRI y presidente de la Comisión de Derechos Humanos en el Congreso de la Unión.

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