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31 de diciembre de 2010

En recuerdo de Pepe Milmo

El abogado, político y periodista ROBERTO OROZCO MELO es un hombre de amigos y de afectos y desgraciadamente, cada vez con mayor frecuencia utiliza su espacio en varias publicaciones coahuilenses para evocar a personalidades que pasaron a mejor vida. Así lo hace en su columna HORA CERO publicada el pasado 30 de diciembre en la que recuerda al ingeniero JOSÉ MILMO GARZA MADERO, empresario y hombre de bien originario de PARRAS.

El pasado miércoles 21 de diciembre falleció en Saltillo el ingeniero José Milmo Garza Madero, quien siendo un hombre de trabajo, buen paisano y apreciado amigo se prodigaba en profundas reflexiones sobre proyectos urbanos y sociales que mejoraran la economía de Parras y su calidad de vida.
Apasionado director de Casa Madero, y a un tiempo consciente de su responsabilidad social, José Milmo supo dar un justo equilibrio al tiempo e intensidad de sus actividades. "Si trabajo, trabajo", decía evocando un viejo dicho y hacía un campo para los negocios, pero también para la siembra de afectos humanos y el cultivo de la amistad. Con esta personalidad abierta, sincera y sencilla, Pepe Milmo no fue dado a los tratamientos ampulosos e insistentes que suelen esconder hipocresías; él sabía reconocer y tener distantes a quienes se le acercaban con ánimo avieso y lucrativo.
Viajero constante le gustaba convocar la compañía de un pequeño grupo de amigos coahuilenses, integrado por Armando Fuentes Aguirre, Javier Villarreal Lozano, Roberto Orozco Aguirre y quien esto escribe; nos reunía a beber, a comer y a conversar cabe los nobles salones de la Casa Grande, ya fuese el austero refectorio o el mayor de los espacios arbolados y enjardinados, donde los altísimos nogales y otros árboles de fructificación veraniega nos regalaban una sombra grata y refrescante que atemperaba el cálido ambiente agosteño, convirtiéndolo en sitio ad hoc para conversar en las horas vespertinas sobre historias, leyendas, y extraños sucedidos protagonizados por las generaciones que sucedieron a don Lorenzo García, el caballero español que recibió estas buenas tierras, previamente mercedadas por el remoto Rey de España en el año de gracia de 1597.
Las Bodegas de San Lorenzo alojaron a una comunidad nativa y laboriosa que fincaba esfuerzos y esperanzas en la cultura de la vid y el vino amable y generoso, suma de un esfuerzo entre siglos, legado bíblico que transmutaba el ser y el hacer de preparar la tierra, plantar los sarmientos escogidos en las zonas viníferas de la madre patria, de Italia y de Francia; organizar los riegos con avenidas de aguas pluviales para luego cultivar, vigilar, aguardar el paso del dios Cronos y recolectar los frutos de la tierra mediterránea, cortando racimos de uvas generosas en viñas contentas de recibir la caricia del agua para crecer en hiladas de espaldares con la misma fuerza vital que nutría a las jugosas uvas bajo el sol agosteño y el paso lento del tiempo, generando ese azucarado mosto rubí que baila y brinca en el lagar al ritmo de la zarabanda española y la danza autóctona convertidas en vida pura y en ¡pura vida!
Fueron amenas y largas las horas de convivencia vividas por invitación de Pepe, quien rememoraba el origen primero de las Bodegas de San Lorenzo, así nombradas en honra de aquel santo varón que murió "asado a la parrilla", vocativo que aún llevan las bodegas en que estábamos. Pepe narraba con admiración y amenidad la aventura de don Lorenzo García quien decidió romper los terrones de aquel suelo blanco situado "entre los tres cerros grandes al norte desde aquí visibles", los cuales enmarcaban los dominios donde se plantarían los sarmientos solicitados a Francia. Italia y España al fin de dar mejor fertilidad a la tierra para un cultivo más cercano al corazón de los hombres. El proyecto vitícola se convirtió, así, en una agroindustria vinícola que al paso de más de diez años mostró su verdadera vocación, ya antes evidenciada por el capitán Francisco de Urdiñola en la "viña de arriba" de la Hacienda del Rosario, que veía extender al norte de su casa aledaña a Santa María de las Parras.
Pepe, así le decíamos sus amigos, narró como si lo hubiera vivido, los avatares de los cambios de propietario que tuvieron estas increíbles tierras: Don Lorenzo García afamó tanto y bien éste su mercedamiento hasta que, de pronto, le salió un comprador poderoso, don Luis Hernández de Escudero, quien en junio de 1635 le pagó veinte mil pesos al contado en barras de plata.
Luego de afanosos años y excelente mejoría en la producción de vinos generosos y edificaciones don Luis revendió en los últimos meses del Siglo XVI las susodichas Bodegas de San Lorenzo y los terrenos contiguos al comprador capitán don Juan de Olíden. Este, a su vez, transmitió sus derechos reales a otro capitán llamado Joseph de Miranda, quien trabajó en las mismas tierras hasta el mes de septiembre de 1715 y así continuó una consecución de compraventas que resultaría prolijo mencionar en detalle. Lo cierto es que ya para 1870 don Evaristo Madero Elizondo había comprado la Hacienda y las Bodegas de San Lorenzo a unos franceses que antes las habían adquirido de doña Luisa Ibarra, esposa de don Leonardo Zuloaga.
Así lo recordaban también los cercanos colaboradores de Pepe Milmo y algunos otros habitantes de Parras. En general la población tiene mucho que agradecer a don Evaristo Madero Elizondo, quien hasta su muerte el 6 de abril de 1911 protegió a los parrenses con sólidas fuentes de trabajo como la Fábrica la Estrella y las Bodegas de San Lorenzo. La filantropía fue un ejercicio vital y reiterado de Don Evaristo, evidenciado en dos obras fundamentales: La "Quinta Manuelita" que da albergue a pobres niñas huérfanas y desamparadas y el "Hospital Guadalupano" que por muchas generaciones ha asistido médicamente a los habitantes de Parras; atención de salud que ahora comparte con el Instituto Mexicano del Seguro Social. Obras caritativas como éstas, no fueron ajenas a la generosidad de Pepe Milmo, quien siempre hizo honor a la solidaridad humana de don Evaristo, su bisabuelo.
Que descanse en paz don José Milmo Garza Madero, empeñoso empresario y leal hijo y amigo de Parras, nuestra tierra.

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