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30 de diciembre de 2011

No fue un error. Enrique Peña Nieto, no lee

El hecho de que eventualmente pudiera llegar a la presidencia de la república ENRIQUE PEÑA NIETO, ex gobernador del Estado de MÉXICO, sería para muchos incluido yo la peor tragedia  que pudiera afectar a nuestro país no por que se trate de un no lector en una nación de gente que no lee sino por que el problema de fondo es que el mexiquense no tiene la capacidad de entendimiento al menos en lo que se refiere a concentrar la atención en asuntos complicados y por su incapacidad para expresarse en entrevistas extensa, tal como le ocurrió con la pregunta de los tres libros que han marcado su vida. Antes del traspié que tuvo Peña Nieto en la FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO de GUADALAJARA advirtió de esto FABIÁN PULIDO.

El viernes 2 de diciembre comentaba con amigos queridos sobre la limitación intelectual, para mi evidente, de Enrique Peña Nieto. Mis palabras sonaron más o menos así: “Tienen que verlo en entrevistas extensas. Las he revisado y la capacidad de entendimiento del hombre es limitada. Tiene dificultad al expresarse y esto pone de manifiesto su falta de cultura”. Esto fue, insisto, el viernes pasado. Un día después del citado comentario…
No tengo la intención de volcar aquí las burlas, chistes y adjetivos que bañaron las redes sociales en los pasados días. Más bien lo que quiero, es explicarme de la mejor manera por qué el episodio de Peña Nieto en la Feria Internacional del Libro (FIL) es más delicado y preocupante de lo que parece o de lo que quisieron hacer parecer los medios nacionales de comunicación masiva como Televisa.
Y es que lejos de ser un “error” o un “lapsus brutus” como se dijo (y se editó) en estos noticiarios de mayor penetración cuya nota fue la “confusión” de Peña Nieto al referirse a libros y autores; lo que realmente evidencia el video, con casi cinco minutos de una tortuosa respuesta del ex Gobernador mexiquense y de un (eso sí) expresivo lenguaje no verbal es una cosa: Enrique Peña Nieto, candidato del PRI a la presidencia de México no lee, no gusta de leer y nunca ha leído.
Con esta afirmación no pretendo suponer que soy la reencarnación de Don Juan de Palafox y Mendoza. Y el que los mexicanos lean un libro y medio al año tampoco justifica la falta de instrucción de su Presidente: El mandatario que tiene sobre sus hombros el rumbo de una nación no puede estar a la par o por debajo de la media cultural de sus gobernados ¡Es inaudito! Son justo las personas más capaces las que deben tomar las decisiones de un país, sobre todo cuando éste, carece aún de herramientas cívicas y democráticas como el referéndum o el plebiscito que bien pudieran compartir esa responsabilidad. Y si existieran, no todo lo que pasa por Los Pinos o por las cámaras puede ponerse a consideración del pueblo, por tanto, se requiere de visionarios que marquen la dirección y los pasos de México.
No hay pretexto. No hay justificación. No hay declaración alguna como las vertidas en algunos noticiarios o por el mismo implicado, que anulen la clara evidencia de que Enrique Peña Nieto nunca ha tomado un libro que no sea para calzar algún mueble de su casa o para decorar el despacho de su oficina. El hombre carece por completo de etos cultural. Y lo delicado de todo esto y aquí viene el meollo del asunto, es que si el talón de Aquiles de nuestro país es precisamente la falta de visión de una urgente revolución del intelecto, de una inminente revolución ética y cultural, ¿cómo podrá visualizarla, entenderla y alcanzarla un sujeto vendado? Dile a un ciego de nacimiento que describa el azul celeste. Exígele a un siempre sordo que hable de la propuesta sonora de Vivaldi o de la genialidad de Ludwig van Beethoven. Imposible. Hay nulo conocimiento. Por lo tanto, hay nula capacidad de concretar, de ejecutar y de estructurar ya sea la idea, el sentimiento o la VISIÓN. Entonces, una vez más, no hablamos de un “error” o de una confusión sobre nombres de libros y sus autores.
Miren, una persona con mínimo conocimiento de la cultura universal hubiera sorteado al toro partiendo de la plaza limpio. Si bien no con rabo, orejas y en hombros, pudo a bien aventarse un par de olés mencionando únicamente tres clásicos de la literatura. Tres: “Me encanta Romeo y Julieta de Shakespeare. El amor, la pasión entre dos personas pero sobre todo el fatal final que resultó de un odio rancio entre terceros me marcó. Otro, Don Quijote ¡Vaya hombre que se suelta a una aventura cuando desconoce su propia conciencia! Eso nos pasa a muchos. Vivimos personajes que no somos porque no nos conocemos. Y por último, mencionaría a Fuenteovejuna de Lope de Vega. Me marcó porque deja ver que la tiranía tiene su punto débil cuando se enfrenta a la mano implacable del pueblo.” ¡Listo! ¡Olé!
¿Se deben leer estas obras para saber de qué se tratan? Por supuesto que no. No si has estado en el contexto y con las personas indicadas. No si has puesto atención a las clases de educación media o media superior. No si tienes una visión cosmopolita. Por lo tanto, aquí Peña Nieto evidencia además sus círculos cercanos, con quién se junta, de qué se nutre y qué valor le da a la educación per se: Si el propio enriquecimiento intelectual. Si la mera importancia de saber o, como dijo Sor Juana Inés de la Cruz, si el entusiasmo de leer “para ignorar menos” no le es suficiente a un hombre, ¡qué se puede esperar de él cuando en sus manos está el rumbo educativo y cultural de una nación! Por tanto no. No fue una confusión sobre libros y autores lo que vivió Peña Nieto en la FIL.
Es para alarmarse. Y lo es porque este pasaje en la FIL, además de evidenciar el limitado criterio del ex Gobernador del Estado de México, pone de manifiesto nuestra negligencia como pueblo. Nuestra desidia por los temas políticos que han permitido y disculpado el que hombres sin educación, el que “hombres-masa”, lleguen a los puestos más altos para perpetuar a su país en los errores del pasado.
Cómo burlar los embates marcados por la historia. Cómo conocer a tu pueblo y saber lo que más le conviene si vives con la conciencia y la razón en blanco ¿Cómo?
Si el candidato con mayor penetración en la sociedad (según encuestas) carece de palabras y de ideas. Si no es capaz siquiera de mencionar tres obras de la literatura universal, aun sin haberlas leído lo que nos dice todavía más sobre una vida basada en el ocio, ¿cómo podrá destrabar el bache profundo en el que vivimos resultado de la ignorancia y del nulo conocimiento de lo que se puede ser? ¡Cómo aspirar a la revolución ética y cultural que tanto requerimos si el hombre que quiere presidir en nuestro país sólo sabe de concreto, de puentes y de obra pública! ¡Cómo!

Y no lo olvidemos. Tiene tanta culpa el que mata a la vaca como el que le detiene la pata. Y este episodio de la FIL es un claro reflejo del rumbo en el que vamos y a donde pretendemos seguir; perfilando a nuestro país a una total hemiplejía gracias a esta desidia ciudadana en la que nos hemos regodeado por años.

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