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20 de noviembre de 2012

Sofía, Valentina y Andrés

Federico  RAMOS  SALAS

Federico Ramos Salas es un líder de opinión emanado del sector empresarial de la laguna y uno de los dos que publica quincenalmente sus comentarios en el espacio Ganar – Ganar de Milenio Diario Laguna. Por una vez el espacio estuvo dedicado al tema de su familia en lugar de a la problemática que afecta a la región y a su sector productivo.

Ni duda cabe que uno de los valores más preciados del ser humano es la familia, ese círculo íntimo, a veces pequeño, a veces grande, que envuelve a las personas con la magia de un salto mortal a la felicidad, que no tiene pierde ni desperdicio, pues la familia encarna el núcleo vital del hombre. Sobre todo de aquellos como yo, ya en la tercera edad, ni manera de evitarlo, que gozamos la dicha de tener nietos: extensión maravillosa de los hijos que algún día se fueron pero que regresan al hogar de donde partieron, para compartir con nosotros sus retoños, y que al hacerlo, nos llenan de felicidad con su presencia, nos recargan las pilas.
Viene a cuento porque tengo visitas: mis nietos. Y no habría nada de extraordinario en ello como para traerlo a colación, más que por el hecho de que dos de ellos viven en ciudad distante de la nuestra y son pocas las ocasiones que nos vemos. Sin embargo, la experiencia de tenerlos conmigo, que para muchos afortunados abuelos es cotidiana, para mi es un regalo inesperado.
Es fácil encontrar la felicidad en ello, y lo es aun más si al verlos jugar y desplazarse de un lugar a otro con agilidad, proyectamos hacia nuestro interior la carga de ilusiones y deseos que implica visualizar su futuro, que es prometedor por definición, casi por decreto, aunque nadie nos garantiza que su futuro sea promisorio como lo imaginamos, a menos que hagamos las cosas que se necesitan para equiparlos para una vida de competencia y riesgos, con las herramientas necesarias para su desarrollo, pues vivimos en una sociedad depredadora llena de peligros y asechanzas, como las drogas.
Esas herramientas que deben llevar los niños en su mochila, son el amor y el afecto verdadero, que les debemos proporcionar a diario como bálsamo de vida y medicina para su defensa. También debemos dotarlos de valores morales, que con el ejemplo de padres y abuelos se incrustarán en sus venas para que los puedan practicar de adultos: amistad, generosidad, trabajo, solidaridad con los que menos tienen, honestidad, amor a la patria. Así cumpliremos con nuestra responsabilidad histórica que nos toca jugar en la educación de nuestros hijos y nietos, pues de ellos es el futuro.

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