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16 de marzo de 2013

Energía... y reformas

René Delgado Ballesteros

René Delgado Ballesteros, analista político que publica en los medios de Grupo Reforma, en El Universal y en El Siglo de Torreón, asegura que en el presente momento es inoportuna la efeméride de la Expropiación Petrolera “…porque si algo urge es, precisamente, no perder energía en las otras reformas emprendidas -principal, pero no solamente la educativa y la de telecomunicaciones-, al menos hasta afinar y detallar su marco jurídico y asegurar su viabilidad. En la estufa de la cocina política hay varias hornillas encendidas, activar ahora una tan polémica como la petrolera puede inflamar la polarización y la confrontación entre las fuerzas políticas y asfixiar las posibilidades del Pacto por México. El tema de la reforma petrolera quema la lengua de tan sólo mencionarlo, pero es ineludible. ¿Qué hacer, entonces?”.

Menudo lío. Abordar o eludir la reforma energética en el 75 aniversario de la expropiación petrolera es un problema. En mal momento la efeméride porque si algo urge es, precisamente, no perder energía en las otras reformas emprendidas -principal, pero no solamente la educativa y la de telecomunicaciones-, al menos hasta afinar y detallar su marco jurídico y asegurar su viabilidad.
En la estufa de la cocina política hay varias hornillas encendidas, activar ahora una tan polémica como la petrolera puede inflamar la polarización y la confrontación entre las fuerzas políticas y asfixiar las posibilidades del Pacto por México.
El tema de la reforma petrolera quema la lengua de tan sólo mencionarlo, pero es ineludible. ¿Qué hacer, entonces?
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Andrés Manuel
López Obrador
De paradojas a veces está hecha la política. La decisión de convertir el Movimiento de Regeneración Nacional en partido y, por lo mismo, dejar las filas del perredismo facilitó, en cierta medida, la negociación y la suscripción del Pacto por México. Con ello, la Presidencia de la República y el movimiento lopezobradorista giraron sobre el pivote del posicionamiento que guardaron durante el sexenio pasado.
El giro fue doble. De un lado, el presidente Enrique Peña Nieto hizo suya la iniciativa política y el dirigente Andrés Manuel López Obrador el ejercicio opositor, compartiendo una limitante: cualquier exceso, desbocamiento o desmesura puede vulnerar su situación. Del otro lado, el giro invirtió los roles. Ya no es el dirigente opositor quien fija la agenda a la Presidencia de la República, ahora la establece la Presidencia de la República y, al haber incorporado temas del interés nacional y del propio lopezobradorismo en el Pacto, colocó al opositor en una situación incómoda y comprometida: no puede resistir aquello que él mismo postula, pero tampoco apoyar las iniciativas de su adversario. No está en su naturaleza.
Eso explica, quizá, por qué López Obrador no respalda manifiestamente las reformas de la educación y las de telecomunicaciones pero tampoco las resiste. Denuncia el gatopardismo, pero no actúa en su contra. Quizá eso también explica por qué, aun sin conocer los términos de la reforma petrolera, el lopezobradorismo convoca a movilizarse mañana en defensa del recurso. El resumen de esa posible explicación es: el lopezobradorismo requiere de una causa y un espacio para ejercer la oposición sin sabotear las otras reformas. La defensa del petróleo -como en 2008- le viene a modo, dando por sentada la supuesta privatización de la industria.
Por lo demás, ambos políticos saben del filo de la navaja por donde caminan y otra cosa: conservar la iniciativa política exige un constante proponer asuntos, conservar el ejercicio opositor exige materia qué resistir sin patinar.
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Enrique
Peña Nieto
El azar también juega en la política. Esa variable resolvió el dilema de plantear o no en la efeméride la reforma de esa industria que, en su eje, no descarta la participación del capital privado. El viaje imprevisto que mañana emprenderá a Roma el jefe del Ejecutivo lo pone a salvo y le da un respiro. La imposibilidad de encabezar esa ceremonia baja el perfil de la conmemoración de la expropiación, posterga la disyuntiva y reduce la tensión.
Del lado del lopezobradorismo, arrancar un movimiento de resistencia a una reforma que no acaba de precisar su contenido es plantar cara a un fantasma o, bien, protagonizar el rol de Pedrito en el cuento del lobo. Sin embargo, no hacerlo es perder presencia y reconocer que, así como el Pacto por México le deja el monopolio opositor, también lo neutraliza si no es que lo margina.
¿Qué hacer entonces, si no se puede abordar, pero tampoco eludir el tema?
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Hasta ahora, la reforma petrolera se debate entre los polos de abrir o cerrar la posibilidad de la participación del capital privado en su presunta modernización. Qué hacer si, por un lado, no se puede eludir el tema y, por otro, no se puede abordar sin correr el peligro de colapsar las otras reformas en juego. La respuesta es simple: graduar esa reforma y espaciar su ritmo. De otro modo, los mitos de una y otra postura normarán el debate.
En las condiciones actuales, la participación o no del capital privado no sacará de su atolladero a Petróleos Mexicanos. Las prerrogativas y privilegios de su sindicato, su ordeña fiscal y criminal, sus contratos, su corrupción y, sin duda, el saqueo de sus recursos por la vía del robo disfrazado o desnudo ponen en duda si la sola inyección de dinero público o privado la ayudaría. En cierto modo, la lógica del debate sobre su modernización coloca al revés las cosas. La situación de la industria exige una intervención radical en su administración, su organización y saneamiento, una fuerte sacudida interna que, a partir de su resultado, determine qué otros pasos dar.
Aferrarse a abrir o aferrarse a cerrar a Petróleos Mexicanos ha terminado, una y otra vez, por mantener a esa empresa como está o, peor aun, a profundizar su deterioro porque el apoyo o la resistencia a su ajuste han neutralizado cualquier posible movimiento. Cuántas veces no se ha caído en el mismo pozo.
Si el presidente Enrique Peña Nieto requiere acreditar que cuenta con una iniciativa para modernizar esa industria sin privatizarla y el dirigente Andrés Manuel López Obrador necesita acreditar que resiste con causa, plantear su reforma interna los podría hacer girar de nuevo su propio eje. No hay apoyo sin resistencia ni resistencia sin apoyo.
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Encender ahora y a lo que da la hornilla de la reforma petrolera puede angostar todavía más el reducido margen de maniobra de los dirigentes del panismo y del perredismo en el marco del Pacto por México y ante sus propias organizaciones. Y puede, además, complicar la ruta y alejar el destino deseable de la reforma educativa y la de las telecomunicaciones.
Hay motivos para entusiasmarse con los proyectos de reforma en los dos campos donde se ha incidido, pero es prematuro darlas por concluidas. No hay todavía qué celebrar ni qué aplaudir. Por lo mismo, lanzar ahora la reforma petrolera es abrir a todo lo que da un flanco que, por su dimensión, puede dejar al descubierto las otras reformas y precipitar la disolución del Pacto cuando todavía tiene cosas que dar.
Seleccionar y priorizar con esmero y ritmo los temas de la agenda del Pacto es fundamental. Un error en el manejo de la iniciativa política, un error en el ejercicio opositor puede terminar por fastidiar la estufa y echar a perder los guisos que ahí se cocinan... pero que todavía no están listos.


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