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2 de marzo de 2013

La Jugada Maestra

René Delgado
Ballesteros
La causa principal de que hoy se encuentre en prisión la dirigente magisterial Elba Esther Gordillo Morales se debe a que perdió conciencia del límite y horizonte de su poderío en opinión del analista político René Delgado Ballesteros, quien semanalmente publica en los diarios de Grupo Reforma, en El Universal y en El siglo de Torreón.


La jugada maestra operada por el nuevo gobierno perfila un estilo de ejercer el poder, pero no acaba de definir el sentido de su ejercicio. Cuando se alineen estilo y sentido se podrá valorar en su justa dimensión el arrojo y la decisión que, por lo pronto, son dignos de reconocimiento. Se tomó un riesgo, se evitó el peligro.
Poner en su lugar a Elba Esther Gordillo pega en el corazón de una lideresa que perdió conciencia del límite y el horizonte de su poderío, como también en el corazón de problemas sustantivos y accesorios que impiden darle esperanza y perspectiva al país.
Esa jugada maestra tendrá efecto en el concepto y la práctica de la política, el derecho, la justicia, la igualdad, la democracia y el Estado al que ninguna nación debe renunciar. Bien gobernado, ese efecto puede revertir la degradación por la que resbala el país.
La detención de Elba Esther Gordillo puede, sí, desbrozar el camino hacia la reforma educativa, pero va más allá.
Coloca en otra perspectiva grandes y pequeños valores, prácticas y liturgias que, a fuerza de la inacción, la pusilanimidad, la omisión y hasta la frivolidad política, se venían perdiendo. La jugada maestra no agota su efecto en el propósito manifiesto y directo de su operación.
Quienes han hecho del desencuentro político y de la debilidad del Estado ocasión para fortalecer dominios y adquirir privilegios a costa de la degradación de la política y el desprecio por el derecho, inquietos han de estar con la decisión y la acción tomada contra su colega.
La acción emprendida reconstituye a la autoridad y reivindica la capacidad de decidir y actuar.
Repone algo fundamental: el ejercicio del poder presidencial. Se aparta de la práctica panista de ganar la elección sin conquistar el gobierno y solazarse en la imposibilidad. Se aleja del ejercicio del no poder. Y evita un socorrido recurso del salinismo y el calderonismo: detener o arraigar y, después, averiguar.
El anuncio de la detención de Elba Esther Gordillo se acompañó con detalles de la averiguación previa (no posterior) que justificaban el arresto y, un detalle importante, evitó hacer escarnio de la detenida presentándola como sentenciada, deleite de la administración anterior. No se atropelló el debido proceso en aras del espectáculo mediático.
El lado oscuro de esa reivindicación es la tentación de restaurar un presidencialismo fincado en el autoritarismo, el capricho y la arbitrariedad.
***
Hay quienes equiparan la detención de Elba Esther Gordillo con el Quinazo de Carlos Salinas de Gortari, pero no es del todo así.
A Joaquín Hernández Galicia primero se le detuvo y, después, se simuló averiguar por qué. Más allá del ánimo de venganza que supuraba esa operación, ésta no respondió a un proyecto de mayor alcance. La aprehensión del dirigente petrolero se relacionaba más con el pasado que con el futuro.
El caso de la lideresa magisterial es distinto. Supuso dar pasos previos y calcular la reacción que ese caminar podía suscitar. El gobierno anunció clara y manifiestamente el propósito de recuperar la rectoría del Estado en materia educativa, luego propuso y consiguió la reforma al artículo tercero constitucional y, de seguro, midió la reacción de la cúpula encabezada por Elba Esther Gordillo. No es una mera coincidencia que, sin descuidar la parte procedimental, la detención de la lideresa se diera 24 horas después de promulgar la reforma constitucional y 24 horas antes de la realización del Consejo Extraordinario del sindicato liderado por ella. La acción revela estrategia y articulación y, sobra decirlo, ambas son fundamentales en la actuación de un gobierno como tal.
La jugada maestra no es equiparable con el Quinazo pero, aun en su diferencia, plantea interrogantes que, en su respuesta, dejará ver el sentido y no sólo el estilo en el ejercicio del poder presidencial. Esas interrogantes son: ¿se preveían acciones de resistencia contra la reforma educativa de un calibre superior al aceptable? ¿Se repetirá la costumbre de reemplazar un viejo liderazgo por uno nuevo, pero igual? ¿Se sabrá guardar la frontera entre la política y el derecho para no convertir, como en el pasado, la procuración de justicia en ariete de la política?
Un efecto colateral de la jugada maestra es la exhibición del triste papel protagonizado por los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón frente al poder fáctico encarnado por Elba Esther Gordillo, sellado por el sacrificio del interés nacional por el interés electoral.
Si bien Carlos Salinas de Gortari ungió al Elba Esther Gordillo como sucesora de Carlos Jonguitud al frente del sindicato magisterial y Ernesto Zedillo intentó acotar el poder que derivaría de esa fuerza, Fox y Calderón la empoderaron al extremo de perder el control de la política educativa. Hoy, los calderonistas tartamudean al señalar que su jefe jamás pactó con el crimen organizado. ¿Cómo sostenerlo si la aliada con la que pactaron sacrificar la educación a cambio de votos, precisamente, de eso está acusada?
Poco ha de importar ahora a Fox y Calderón la detención de su aliada favorita, no a Ernesto Cordero que ve debilitarse su rol en el Senado y su afán por disminuir al maderismo en el control de Acción Nacional.
El extitular de Hacienda, el exdelfín de Felipe Calderón no encuentra refugio ante sus propios yerros y los de su exjefe. Una semana, el auditor de la Federación lo deja mal parado al señalar la responsabilidad de Hacienda en el mal registro de las deudas estatales; otra semana, Human Rights Watch exhibe la falta de respeto del calderonismo por los derechos humanos al documentar las desapariciones toleradas o practicadas por la administración anterior, de la cual formó parte; y, ahora, ante la detención de Elba Esther Gordillo, provoca ternura oírlo decir: "Nosotros no tuvimos esa observación relevante antes". La unidad de inteligencia contra el lavado de dinero dependía de él y resulta increíble que si nadie le hizo observar las cuentas de la lideresa magisterial, Cordero no hubiera preguntado por ellas.
Ese efecto no es una minucia. En la disputa por el control de Acción Nacional, el descrédito del calderonismo anula su deseo de tomarlo.
Hace ocho días se preguntaba en este espacio a qué estaban decididos algunos miembros de la clase política: a tomar riesgos en aras de plantear un futuro o a correr peligro refugiándose en un pasado insostenible. La jugada maestra fue tomar un riesgo que, ahora, posibilita otras acciones.
Si al estilo de ejercer el poder presidencial se le da un sentido justo y democrático, empeñado en restablecer el Estado de derecho, vengan más riesgos, uno no basta.

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