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8 de mayo de 2013

Si la escuela es poca / al niño le toca

Adela Celorio
Ni los niños, ni los adultos ni las escuelas somos ya lo que fuimos antes, señala Adela Celorio en su columna semanal para El Siglo de Torreón. Ella también colabora en publicaciones como El Universal y las publicaciones del grupo Reforma.

Puede leerlo directamente en la página de El Siglo de Torreón:
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/866715.si-la-escuela-es-poca-al-nino-le-toca.html

Entre los compromisos que en campaña firmó Peña Nieto, uno de los mejor acogidos fue el de devolver a los niños la escuela de tiempo completo con alimentos y libros incluidos. A eso se comprometió aunque hasta ahora el tema no se ha vuelto a tocar mientras por su parte, el jefe de Gobierno en el D.F. ya adelantó la información de que para el próximo siclo escolar arrancará el "Programa Piloto de Escuelas de Tiempo Completo" cuyo propósito es dar educación integral a los estudiantes de primarias públicas y ayudar a los padres de familia.
"Habrá clases de educación artística, educación física y hasta club de tareas”, ofreció Mancera. Caminito de la escuela/ apurándose a llegar/ con sus libros bajo el brazo/ y una goma de borrar. El camello con mochila/ la jirafa con su chal/ Y un pequeño elefantito/ da la mano a su mamá. Caminito de la escuela/ porque quieren aprender/ la tortuga va que vuela/ procurando ser puntual/.
La infancia a veces nos envía postales y nada como Cri Cri para retroceder algunos siglos y recuperar la inocencia de la niña antigua que soy ahora. Aquella niña solitaria para quien la escuela era alegría y descubrimiento. Era el olor a madera de los lápices, las hojas limpias de un cuaderno nuevo, cuadriculado para la aritmética y doble raya para la buena letra. Eran las "Rosas de la Infancia", en nuestro libro de lectura y era la hora del recreo para jugar a "Doña Blanca", "Matatena", o simplemente para comer de muy buena gana nuestra torta de frijoles con quesito y descubrir la dulzura de la amistad, aunque eso sí, sólo entre niñas porque después del kínder el mundo femenino y el masculino rodaron por carriles diferentes. Aun sin compartir las aulas, niños y niñas de mi generación fuimos muy afortunados porque pasábamos muchas horas en la escuela. De las ocho a la una nos aplicábamos a las materias difíciles como aritmética, lenguaje, geografía, historia y civismo. Volvíamos por la tarde para recibir clases de moral, de gimnasia o costura, y todavía dentro del horario escolar hacíamos la tarea bajo al supervisión de una profesora.
Como en todos los tiempos, hubo buenos y malos maestros, pero nunca se supo de alguno que encapuchado cometiera vandalismo. Entre mis mejores recuerdos está la maestra Conchita quien exiliada por la Guerra Civil Española, nos enseñó una de las pocas cosas que no han perdido vigencia: "Aprendan todo lo que puedan porque sólo lo que sabemos nos pertenece y es por lo tanto lo único que nadie nos puede quitar". Tenía razón. El mundo cambia, las personas rodamos y lo aprendido es nuestro único patrimonio. La vida era sencilla por entonces y como aún no se hablaba de "Derechos", los niños sólo teníamos obligaciones. Respetar y obedecer a los mayores eran incuestionables y la pedagogía de los cinturonazos y los bofetones era socialmente aceptada. Entre la gente mala y la buena no había confusión: los malos siempre eran feos, morenos y pobres, y los buenos siempre eran guapos, rubios y ricos.
¡Qué inocentes éramos los niños antiguos! Mi generación fue la última que disfrutó de la escuela de tiempo completo porque un poco más adelante la producción niñícola se desbordó y como no alcanzan las escuelas para tanto chiquillo, las partieron por la mitad. Lo que los niños logran aprender en medio tiempo es con frecuencia insuficiente para que incuben en su corazón la necesidad de preguntarse ¿por qué y para qué? Si a las limitaciones de espacio le añadimos las de un presupuesto para educación que (por aquello de que el que parte y recomparte se queda con la mejor parte) se diluye entre las manos de quienes lo administran y un sindicato "magisterial" que por sus mal-hechuras conocemos; es fácil entender las razones por las que la enseñanza que provee el Estado alcanzó el vergonzoso nivel que ahora tiene y por lo que tantos padres de familia prefieren hacer el esfuerzo de costear la educación de sus hijos en escuelas privadas donde al menos los maestros no abandonan sus aulas para andar en la grilla.
Es indudable que la jornada escolar intensiva será muy agradecible aunque de momento sólo tendrá capacidad paras los pocos y afortunados niños que puedan participar del programa piloto que en principio funcionará solamente en cien escuelas de las dos mil que hay en el D.F. Ni modo, algo es algo. Otra buena noticia sería que desde temprana edad se les informara a nuestros cibernéticos chiquillos que los Derechos traen consigo Obligaciones. Y ya como cosa muy personal, me sentiría muy recompensada si junto a la escuela de tiempo completo se rescatara la sana pedagogía de los correctivos porque no me parece justo que cinturonazos y bofetones me hayan tocado todos a mí.
adelace2@prodigy.net.mx

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