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19 de septiembre de 2013

Ya no vivimos en 1968, ¿o sí?


Con numerosas asignaturas por resolver los mexicanos nos empantanamos en los dogmas del pasado y dejamos de atender lo urgente, como la gran cantidad de coterráneos en pobreza extrema, dice en su columna Interludio el músico y periodista Román Revueltas Retes quien colabora en Milenio Diario Laguna.

Algunas cosas podrían (deberían) cambiar en este país. Lo menos que se puede decir es que el modelo no ha funcionado. Ahí donde Corea tenía hace unos cuarenta años un nivel de desarrollo inferior al de México, hoy esa nación se ha colocado a una distancia que parece inalcanzable. ¿Por qué ellos sí y nosotros no?
Naturalmente, cada quien tiene sus propias fórmulas para hacer las cosas pero, lo repito, nuestras recetas no nos han servido: ahí están, para mayores señas, esos 50 millones de mexicanos que viven en la pobreza y que serían la primerísima asignatura pendiente de cualquier régimen o gobierno. Y, miren ustedes, la mera constatación de esta realidad tendría que obligarnos a formular planteamientos diferentes y nuevas respuestas a los problemas de siempre en lugar de seguir empantanados en los dogmas del pasado, de rechazar la modernidad como si fuera una suerte de sustancia tóxica para la bendita identidad nacional y de tener la mirada puesta en unas gestas históricas cuya sacralidad termina siendo muy nociva en términos prácticos.
Lo más curioso es que estos llamados directos al pragmatismo, por no hablar del mero sentido común, son recibidos como un agravio por muchos mexicanos embrujados, a estas alturas todavía, por la ilusión de unos tiempos remotos que no existen porque, con perdón, nunca hemos sido un país próspero ni justo ni igualitario ni ordenado. Es más, hoy somos decididamente más democráticos que hace apenas dos décadas. La transformación de México, sin embargo, debería de comenzar por una muy simple tarea de actualización de nuestra mirada. Por ejemplo, esa intervención de la Policía Federal, el otro día, en el Zócalo, no tiene nada que ver con Tlatelolco. ¿Estamos de acuerdo? ¿No?

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