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8 de diciembre de 2013

Don Braulio... a la distancia

Fernando Ramírez
López.
Pasó el tiempo y en 1967, regresé a esta tierra a estudiar la licenciatura en Administración de Empresas, ya era gobernador y lo busqué, había llegado tarde a las inscripciones y necesitaba de su ayuda, me envió con doña Lucía Fernández Aguirre, su esposa, mujer espléndida y de gran trato, me atendió en su casa de la colonia Torreón Jardín, habló en ese momento vía telefónica con Enrique Sada Díaz de León, Director de la entonces Escuela de Comercio y Administración, asunto arreglado ingresé a la Universidad de Coahuila al día siguiente, la cual con el tiempo adquiriría su autonomía. Así, velozmente transcurrieron cinco años.

Por Fernando Ramírez López

Para los parias y desposeídos de la Laguna

Jaime Sabines.
“Padre mío, Señor mío, Hermano mío, Amigo de mi alma, tiempo y fuerte, saca tu cuerpo viejo, viejo mío, saca tu cuerpo de la muerte. Saca tu corazón igual que un río, tu frente limpia en que aprendí a quererte, tu brazo como un árbol en el frío, saca todo tu cuerpo de la muerte”.
Jaime Sabines. Algo sobre la muerte del Mayor Sabines

Azorado miré el antiguo edificio, fue en año de 1962 cuando una tarde de ese año llegué a la Cámara de Diputados en la Ciudad de México, En ese entonces era su recinto oficial ubicado en las calles de Donceles y Bolívar, hoy en ese lugar se alberga a la Asamblea de Representantes del distrito Federal.
Acababa de cumplir trece años y estudiaba en la Secundaria No. 1, misma en la que estudio Jacobo Zabludowsky tiempo atrás.
Mi papá el ingeniero Manuel de Jesús Ramírez Navarro, se ocupaba de agilizar el Reparto Agrario en el extinto Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC) era la época en que el Presidente de la República llevaba el nombre de Adolfo López Mateos.
Recuerdo que asombrado ante los nombres de los distintos representantes del país, cuyos nombres figuraban en sendas listas ubicadas en la entrada del recinto cameral, y entonces un adusto portero me recibió y me preguntó qué deseaba.
Braulio Fernández
Aguirre.
Le respondí que tenía interés por saludar al diputado federal por Torreón y momentos después salió por la puerta principal don Braulio Fernández Aguirre, con su inseparable sombrero de fieltro y su puro siempre del mejor tabaco; me preguntó qué necesitaba y le respondí que mi familia había emigrado a la Ciudad de México y deseaba platicar con él solo para conocerlo, me preguntó por mis papás y al responderle sus nombres me dijo que los conocía muy bien.
Al término de la sesión de ese día, me invitó un siendo helado de chocolate y fuimos a su oficina personal ubicada en la vieja calle de Palma en el centro del Distrito Federal, platicamos toda la tarde y como siempre sucede lo perdí de vista pero el afecto y su trato deferente nunca lo olvidé.
Pasó el tiempo y en 1967, regresé a esta tierra a estudiar la licenciatura en Administración de Empresas, ya era gobernador y lo busqué, había llegado tarde a las inscripciones y necesitaba de su ayuda, me envió con doña Lucía Fernández Aguirre, su esposa, mujer espléndida y de gran trato, me atendió en su casa de la colonia Torreón Jardín, habló en ese momento vía telefónica con Enrique Sada Díaz de León, Director de la entonces Escuela de Comercio y Administración, asunto arreglado ingresé a la Universidad de Coahuila al día siguiente, la cual con el tiempo adquiriría su autonomía. Así, velozmente transcurrieron cinco años.
Don Braulio
con Doña Lucía.
El 21 de octubre de 1972, presenté mi examen profesional con la tesis “La creación de una Clínica de Diagnóstico Empresarial” y después de los trámites partí ya casado nuevamente a la Ciudad de México, para volver a encontrar a don Braulio, a quien el Presidente Luís Echeverría después de haber concluido su período como Senador de la República, le encomendó la creación de la naciente Comisión Nacional de Zonas Áridas.
Opté por obtener una beca para estudiar una especialización en mercadeo agrícola cooperativo en Tel Aviv, Israel, en el Colegio Obrero de la Histadrut; la cual me fue concedida por el Consejo Nacional de ciencia y Tecnología, la Organización de Estados Americanos y el aval del Director General de la CONAZA.
Adolfo López Mateos.
A mi regreso con 23 años a cuestas y posgraduado, se me presentaron diversas oportunidades, pero mi visión del mundo había cambiado y decidí quedarme en la Ciudad de México a estudiar la maestría y doctorado en Ciencia Política en la UNAM, con las tesis Las Reformas Políticas del Estado Mexicano y La Naturaleza de las Fuerzas Políticas en la Unión Americana.
Los años transcurrieron, durante los cuales desempeñé diversas funciones en Administración Pública y Académicas en varias universidades. En los diciembres de esos años, cuando volvía de vacaciones a Torreón, lo visitaba y platicábamos en nuestro idioma común, que era la historia y la política de México.
Luís Echeverría
Álvarez.
Nuestra relación siempre tuvo el nivel de trato de ciudadano a ciudadano, ese es el fondo de estas palabras, tal vez nunca cultivamos una amistad como tal, pero eso no fue impedimento para que cada vez que le pedí su apoyo me lo condicionara; recibí de él comentarios, experiencias, consejos, pero jamás encomiendas.
Lo que tengo muy claro es que al paso de los cincuenta años en que lo traté, se ahora que entendía la política como servicio a su comunidad, no como suele hacerse ahora servirse de ella para intereses abyectos.
Doña Lucía A. de
Fernández Aguirre.
Era otro México, era otro tiempo y fue en el año 2010 cuando tuve la última oportunidad de platicar con él, desayunamos  y nos acompañó nuestro mutuo amigo Eduardo Iduñate Ramírez; hicimos remembranzas y lo sentí complacido con la vida, tal vez un poco triste por el fallecimiento de su esposa.
Nunca lo volví a ver, pero en lo más íntimo de mí cabe una palabra que se llama agradecimiento, porqué sin existir ningún compromiso, tuvo la gallardía de apoyarme a cambio de nada y eso es nobleza.
Ha concluido la tarea terrenal del llamado Gobernador universitario, por eso aprovecho este espacio para narrar algunas de mis experiencias con él y de su distinguida esposa, de un Coahuila que ya no existe, pero cuan do un ser humano cumple con su misión callada y exitosamente, podemos entender que vivió plenamente su tiempo y que vivirá dondequiera que se encuentre en la memoria colectiva del deber cumplido.
Email: licfernandora@hotmail.com
Teléfono celular: 871 163 3813
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