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2 de diciembre de 2013

Nuestra educación, cara y mala

José Luís Reyna.
Nuestra educación es muy cara en función de los magros resultados que genera. Cuando se dice que es cara, el dato duro de la afirmación es la proporción de los recursos destinados a este rubro. México, en 2010, destinó 6.2 por ciento de su PIB al gasto en instituciones educativas. El promedio de gasto de los países agrupados en la OCDE (del que México forma parte) es 6.3 por ciento. México gasta más que Australia (6.1), España y Suiza, ambos con 5.6 por ciento (OCDE, México, Panorama de la Educación 2013. www.oecd.org/edu/eag,htm), aunque no se obtienen los mismos logros; los de aquí están por abajo.

José Luis Reyna

La presente administración gubernamental hizo efectiva, en las formas, una reforma educativa. Sin embargo, en los hechos, la misma dista mucho de ser una realidad, por la oposición irracional que ha encontrado de una parte del magisterio. Es impostergable reformar el sistema educacional del país: éste es deficiente. Es urgente redefinir la senda de la calidad pedagógica de los maestros, que en general dista mucho de ser satisfactoria. Es una reforma indispensable para el desarrollo del país, pero ha encontrado su obstáculo mayor entre los propios “mentores” cuyo criterio laboral no es el mérito, sino el clientelismo y las prebendas, perjudicando con ello a la generación estudiantil actual y a las que vienen. La CNTE ha encontrado el camino para rebasar a la autoridad, como lo hizo el SNTE antes.
Nuestra educación es muy cara en función de los magros resultados que genera. Cuando se dice que es cara, el dato duro de la afirmación es la proporción de los recursos destinados a este rubro. México, en 2010, destinó 6.2 por ciento de su PIB al gasto en instituciones educativas. El promedio de gasto de los países agrupados en la OCDE (del que México forma parte) es 6.3 por ciento. México gasta más que Australia (6.1), España y Suiza, ambos con 5.6 por ciento (OCDE, México, Panorama de la Educación 2013. www.oecd.org/edu/eag,htm), aunque no se obtienen los mismos logros; los de aquí están por abajo.
Sin duda ha habido avances en el terreno educacional en los últimos años. Con base en el informe antes citado se puede decir que hoy en día 44 por ciento de las personas que se encuentran entre los 25 y los 34 años tiene un certificado de educación media superior (secundaria-preparatoria). En contraste, el grupo de 55 a 64 años solo alcanza 23 por ciento de ese nivel educacional. Se impone preguntar de qué sirve tener un nivel de escolaridad mayor cuando no hay oportunidades de trabajo ni las condiciones para continuar una carrera profesional más allá de la preparatoria. La respuesta es que sirve de poco, como lo demuestran algunos datos del informe de la OCDE.
En 2011, dos tercios de los jóvenes entre 15 y 29 años no estaban dentro del sistema educacional. Y una cuarta parte de ellos (24.7 por ciento) no estaba ni empleada ni en ningún nivel educativo: los nini. Es más, los mayores dentro de este intervalo de edad son los que menos acceso tienen a un empleo o a seguir estudiando. En otras palabras, entre más cerca se esté dentro de la edad productiva (25-29 años) se tienen menos probabilidades de tener un empleo o continuar con una carrera profesional. Se está construyendo, poco a poco, una bomba de tiempo. Siguiendo los datos de la OCDE, “un nivel de instrucción más alto no necesariamente implica tasas de desempleo más bajas” (p.7). Entonces, ¿sirven la educación y su enorme costo?
El sistema educativo está dejando de ser un mecanismo de movilidad social ascendente. La educación está perdiendo esa función que llevó a México, en particular en el periodo comprendido entre 1950-1980, a ensanchar la clase media. Ésta ha ido disminuyendo proporcionalmente y una de sus consecuencias es un mercado interno desvanecido que augura un futuro económico poco prometedor.
México gasta mucho en educación, pero los grupos de estudiantes atendidos por un maestro (educación básica) son muy grandes. La mayoría de las escuelas carecen de la infraestructura mínima para hacer experimentos científicos, que son la base para que el estudiante, desde temprana edad, empiece a relacionarse con la generación de conocimiento. Lo anterior encuentra su explicación en un dato: México destina 83.1 por ciento de su presupuesto educacional para los sueldos y prebendas del profesorado y 93 por ciento para remunerar al personal en su conjunto. El margen de inversión para infraestructura y fomento del conocimiento es muy escaso: la herencia del SNTE y el activo actual de la CNTE.
Aunque se haya aprobado una reforma educativa, que tiene indudablemente su mérito, la educación de este país seguirá siendo deficiente y de baja calidad. Es necesario introducir correctivos que hagan del estudiante, no del maestro, el verdadero objetivo del sistema educacional. Lo que se gasta en educación es inversamente proporcional a los resultados obtenidos. Y una parte del magisterio es el principal responsable de este enorme problema.

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