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6 de marzo de 2015

Reportero, malgré tout...

Roberto Orozco Melo escribió durante varios años la columna Hora Cero que se reproducía en diversos medios nacionales y coahuilenses, como Zócalo y El Siglo de Torreón. En noviembre del 2005 escribió el presente texto en el que se refería a dos destacados periodistas coahuilenses: Humberto Guadalupe Gaona Silva y Juan Francisco Elizalde Escobedo quienes en los años 50 competían para ganar la “cabeza” de ocho columnas en el ya desaparecido periódico saltillense El Heraldo del Norte. Mi recuerdo y admiración para los tres, que se constituyeron para mí en modelo profesional.
       
Me avisa Gerardo Hernández, por teléfono: “Murió Humberto Gaona” y el corazón se me encoge. Pienso en voz alta: Humberto, carajo, ¿qué le pasaría? “Cáncer” me dice Gerardo. Cáncer, repito en voz baja. Y se atropella en la memoria el poema de Miguel Hernández dedicado a Ramón Sijé: “Un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado” Cuelgo el teléfono y me desplomo en el tiempo. ¿Cuándo lo conocí? ¿Por qué no lo frecuenté más?
Evoco la historia: eran tiempos heroicos en un periodismo pleno de carencias: la talacha se aprendía en la redacción; la biblia de los reporteros era el libro “Periodismo Trascendente” de Salvador Borrego, cuya ideología pro nazi descubrimos en posteriores días. El “Heraldo del Norte” uno de dos cotidianos que se publicaba en Saltillo, había sido mi primera casa de trabajo: ingresé a ella en 1947 como corresponsal en Parras. Ya en Saltillo, en 1949 tuve dos quehaceres a un tiempo: corrector de pruebas y reportero, en los que permanecí hasta 1951; después hubo un cambio y llegó a administrar el periódico don Manuel López Güitrón, de grata memoria. En 1955 fui ascendido a director editorial. En esos días reforzaron la planta de reporteros dos periodistas: Humberto Gaona Silva y Juan Elizalde Escobedo.
Juan Elizalde Escobedo
Para estimular el trabajo informativo instauramos un premio consistente en 50 pesos para los reporteros que lograran el mayor número de cabezas de ocho columnas cada semana. En el primer sábado, después de su contratación, Juan y Humberto obtuvieron tres cabezas principales cada uno, así que dividimos el estímulo entre ambos; de ahí en adelante Gaona monopolizaría las ocho columnas, hasta que la Dirección decidió acumulárselo al sueldo. Elizalde había disminuido la intensidad de su rendimiento como reportero, porque sus estudios de abogacía le demandaban tiempo y atención. Muchos años después fallecería Juanillo Elizalde en plena madurez y anteayer en la mañana me avisan lo de Humberto Gaona Silva en Ramos Arizpe, su tierra natal. Saltillo. Ambas pérdidas, distante una de otra, son muy sensibles y lamentables para los veteranos del gremio periodístico. Ellos fueron periodistas de vocación, además de buenos compañeros, y lo evidenciaron.
Una de las primeras ocho columnas de Gaona fue producto de una larga investigación: el insólito embargo y remate de los activos de “La Forestal FCL” por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para cobrar un adeudo millonario de impuestos federales no liquidados, algo nunca visto hasta entonces. Los funcionarios del organismo estaban empeñados en negar la deuda y el remate y para ello movieron todo género de influencias: querían evitar que se le diera publicidad al hecho, pero nos negamos y dimos cuenta prolija del escandaloso suceso cada uno de los días que duró la secuela del remate. Varias semanas después el propio Humberto estuvo a punto de perder una pierna en un accidente de trabajo.
La Policía municipal avisó de un incendio en el Sur de Saltillo, “por si queríamos reportearlo”. Claro, sí queríamos, pero en aquel momento no teníamos disponible al reportero de la fuente, ni había vehículo para trasladarlo. Humberto se ofreció a suplir al ausente y pidió al comandante de Policía que pasara por él. Diez minutos más tarde sonaba la sirena por la calle Xicoténcatl. Desesperado esperaba Humberto en la esquina de la calle Aldama. Al tener “la julia” a la vista les hizo la seña que se detuvieran, pero el vehículo apenas disminuyó su velocidad en el momento en que Humberto intentaba su abordaje; no lo pudo consumar, resbaló y cayó al piso, fracturándose una pierna. No obstante, Humberto, insistió en ir hasta el sitio de los hechos, constató y cubrió la información y aún se empeñó en dictarla desde la misma Cruz Roja donde lo estaban enyesando.
Incapacitado, Gaona continuó atendiendo sus fuentes y órdenes de trabajo por teléfono, desde la casa morada de sus padres en Ramos Arizpe. Cada día enviábamos a alguien del periódico por su material. Luego se reincorporó al trabajo normal, pero unos meses después se marchó a la Ciudad de México para trabajar en Excélsior, donde mostraría su calidad de reportero en varias fuentes, incluida la Presidencia de la República.
Uno de sus orgullos era haber entrevistado al dictador español Francisco Franco. En el Gobierno del ingeniero Eulalio Gutiérrez, Gaona Silva fue director de Comunicación Social y al concluir el sexenio en 1975, fue subdirector y director editorial del periódico Noticias, de Torreón. Pero Humberto, inquieto por naturaleza, no hizo huesos viejos en este cotidiano. Durante su vida periodística en la capital de la República viajó a varias partes del mundo, realizó trabajos especiales para Excélsior y reporteó sucesos de trascendencia internacional y nacional. Escribió tres libros: S.O.S., México sin maquillaje y Reportero, título que acredita su propia vocación. En los últimos diez años Gaona tendió al ostracismo. En cierto modo se le agrió el genio. Recibía a sus amigos y colegas en su casa, pues era un excelente anfitrión. A veces amanecía gruñón y en otras se mostraba exultante en el cultivo de la nostalgia. Entre él y yo, cuántas citas dejamos incumplidas. Nos dábamos o nos pedíamos disculpas y proyectábamos un nuevo encuentro que tampoco tenía lugar. A veces sólo un telefonazo. En otras un simple saludo por voz de un amigo mutuo. Bullían en su cabeza los proyectos editoriales.
Como suele suceder Gaona pudo dejar escritas algunas nuevas notas sobre sus empeños. La última vez que nos vimos, hace más de un año, conversamos en un café toda la mañana. Indagó sobre diversos temas de la política y el periodismo, inquirió detalles, capturó pistas en el aire y las anotó en papeles sueltos. Fue reportero siempre, hasta el final y eso fue, malgré tout… Quizá ahora, mientras usted lector lee estos párrafos, Humberto Gaona Silva esté ocupado en entrevistar a Dios.

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