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23 de agosto de 2015

El auténtico Bicentenario

Hoy 16 de septiembre se están cumpliendo 205 años de que inició la lucha para lograr la emancipación de México y aunque precursores como Hidalgo, Allende, Abasolo, Aldama y Galeana nunca buscaron librar a la Nueva España del yugo español sino apoyar a Fernando VII en contra de los franceses, el movimiento libertario fue concluido el 27 de septiembre de 1921 por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, que al frente del Ejército Trigarante dominaron la mayor parte del territorio nacional y lograron que el representante del monarca español Juan O’Donojú firmara los tratados de Córdoba con lo que se reconoció la Independencia de México.

Por Juan Elizalde Lara

El 15 y 16 de septiembre de 1810 marcan el inicio de la guerra de Independencia y no la fecha en que nos emancipamos de España. La historia de México como país independiente se inició a partir del 27 de septiembre de 1821, cuando el Ejército Trigarante acaudillado por Agustín de Iturbide entró a la ciudad de México, por lo que el Bicentenario de la Independencia de México debería celebrarse el 21 de diciembre de 2021, cuando Juan O’Donojú representante del rey Fernando VII firmó el tratado de Córdoba y reconoció la Independencia de México.
La realidad es que los insurgentes de 1810 no buscaban librarnos del yugo español, la lucha que iniciaron era a favor del monarca Fernando VII y en contra de los franceses.
Grito de Independencia en Dolores, el
16 de septiembre de 1810.
Nuestra Independencia fue la consecuencia de un proceso político y social resuelto por la vía de las armas, que puso fin al dominio español en los territorios de la Nueva España y que abarcó desde el llamado Grito de Dolores –la madrugada del 16 de septiembre de 1810-, hasta la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, el 27 de Septiembre de 1821.
Todo inició a partir de una conjura conocida como la Conspiración de Querétaro, movimiento clandestino nacido en la ciudad de Santiago de Querétaro en 1810 y al que se toma como el antecedente más inmediato debido a que los conspiradores de ese grupo fueron los que iniciaron la lucha por la emancipación de la Nueva España con respecto a la corona española.
El objetivo primordial de la Conspiración de Querétaro era la constitución de una junta de gobierno que tomara el poder a nombre de Fernando VII y aunque según la historia oficial la figura central de la conspiración fue el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla –Cura de Dolores- algunos historiadores aún discuten si el liderazgo lo ejercía Ignacio Allende, militar por formación adscrito al cuerpo de dragones de la reina.
Las reuniones de los conjurados se realizaban en la casa de José Miguel Domínguez, corregidor de Querétaro. Los conspiradores planeaban su alzamiento para diciembre de ese mismo 1810 en San Juan de los Lagos, Jalisco, pero fueron descubiertos en septiembre lo que precipitó los acontecimientos, Josefa Ortiz de Domínguez alertó a los conjurados con lo que evitó que los capturaran y precipitó lo que hoy conocemos como el Grito de Dolores.
Fue en la zona de El Bajío en San Miguel el Grande donde los capitanes Ignacio Allende y Mariano Abasolo comenzaron a organizar la conspiración. Ellos habían tenido contacto el año anterior con los conspiradores de Valladolid José Mariano Michelena y José María García Obeso.
Ignacio Allende
Las reuniones se trasladaron a la ciudad de Querétaro en donde se sumaron un grupo de letrados, pequeños comerciantes y más militares del ejército colonial. Este grupo celebraba juntas disfrazadas de “academia literaria”. Entre sus miembros se encontraban el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el pequeño industrial Juan Aldama, el corregidor de la ciudad José Miguel Domínguez con su esposa Josefa Ortiz de Domínguez.
También el presbítero José María Sánchez, los abogados Parra, Laso y Juan Nepomuceno Mier y Altamirano, Francisco Araujo, Antonio Téllez, Ignacio Gutiérrez, los comerciantes Epigmenio y Emeterio González, el regidor José Ignacio de Villaseñor y Cervantes, el capitán Joaquín Arias, el teniente Francisco Lanzagorta y el teniente Baca.
Los organizadores de la conspiración planeaban entregar el mando a Allende como general, Aldama como su segundo e Hidalgo al frente del movimiento popular. Los primeros pasos serían la destitución de los españoles en puestos de gobierno apoyados en un movimiento que iniciaría en octubre y para lo cual se prepararon lanzas, espadas y municiones que se almacenaron en San Miguel el Grande, Dolores y Querétaro.

¡Delatados!

Pero los hechos se precipitaron al ser delatada la conspiración de Querétaro el 9 de septiembre de 1810 por el empleado postal José Mariano Galván. Al día siguiente el capitán Joaquín Arias creyendo que todo estaba perdido se auto denunció ante el alcalde Juan Ochoa.
Otras denuncias llegaron a oídos del comandante Ignacio García Rebolledo y se presionó al corregidor Domínguez para catear la casa de los hermanos González, en ese lugar se encontró armamento almacenado por lo que Epigmenio y Emeterio Fueron aprehendidos.
La esposa del corregidor Josefa Ortiz de Domínguez tuvo tiempo de enviar como mensajero al alcalde Ignacio Pérez avisando a los conjurados que se encontraban en San Miguel el Alto.
En tanto, en Querétaro se tomó presos a más conspiradores incluyendo a los corregidores. Pérez cabalgó la noche del 15 de septiembre hasta San Miguel donde logró contactar a Juan Aldama que de inmediato se trasladó a Dolores, a donde llegó la madrugada del 16 de septiembre para informar las malas nuevas a Allende e Hidalgo. Luego de un intercambio acerca de lo que podrían hacer, Hidalgo exclamó:
Josefa Ortiz de Domínguez. 
La Corregidora
"Si, lo he pensado bien, y veo que estamos perdidos y que no queda más recurso que ir a coger gachupines".
Pasaron de inmediato a la acción y con la ayuda de ochenta presos a los que liberaron de la cárcel, capturaron al delegado Rincón, se dirigieron al atrio de la iglesia, tocaron las campanas.
Entonces Hidalgo pronunció una arenga en la que explicaba que el movimiento al que incitaba era para derribar al mal gobierno, quitando del poder a los españoles que trataban de entregar el reino a los franceses.
Ofreció a la población que se dejarían de pagar tributos y un peso diario a quienes participaran si llevaban caballo y la mitad a los de a pie, enseguida se tomó presos a diecinueve españoles.
Se logró sumar de esa manera a más de seiscientos hombres a los que se repartieron lanzas y machetes, Hidalgo arengó a la multitud y aunque las palabras exactas que utilizó quizá nunca se conozcan las más probables y antiguas son:
Manuel Abad y Queipo (1810):
"¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!"
Diego de Bringas (1810):
"¡Viva la América!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la religión y mueran los gachupines!"
Anónimo (1810) recopilado por Ernesto Lemoine Villicaña:
"Viva la religión católica!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la patria y reine por siempre en este continente americano nuestra sagrada patrona la santísima Virgen de Guadalupe!, ¡muera el mal gobierno!"
Juan Aldama (1811):
"¡Viva Fernando VII!, ¡viva América!, ¡viva la religión y muera el mal gobierno!"
Servando Teresa de Mier (1813):
"¡Vivan Fernando VII y la Virgen de Guadalupe!"
Lucas Alamán (1840):
"¡Viva la religión!, ¡viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal gobierno!" A lo que el pueblo respondió: "¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!".
Miguel Hidalgo y Costilla
Mientras tanto en Querétaro, el capitán Arias fue liberado y partió de inmediato para integrarse con los insurgentes, aunque fue visto con recelo por sus compañeros. El corregidor fue perdonado al igual que su esposa, restituyéndosele en su cargo. Años más tarde ella volvería a ser perseguida. La mayor parte de los prisioneros negaron las acusaciones y fueron liberados.

Marco histórico

La lucha por la Independencia de México tiene como marco histórico la Ilustración y las revoluciones liberales de la última parte del siglo XVIII. Por esa época la élite ilustrada comenzaba a reflexionar acerca de las relaciones de España con sus colonias.
Los cambios en la estructura social y política derivados de las reformas borbónicas, a los que se sumó una profunda crisis económica en Nueva España, también generaron un malestar entre algunos segmentos de la población.
La ocupación francesa de la metrópoli en 1808 desencadenó en Nueva España una crisis política que desembocó en el movimiento armado. En ese año, el rey Carlos IV y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de Napoleón Bonaparte, que dejó la corona de España a su hermano José Bonaparte.
Como respuesta, el ayuntamiento de México —con apoyo del virrey José de Iturrigaray— reclamó la soberanía en ausencia del rey legítimo; la reacción condujo a un golpe de Estado contra el virrey y llevó a la cárcel a los cabecillas del movimiento.
A pesar de la derrota de los criollos en la Ciudad de México en 1808, en otras ciudades de Nueva España se reunieron pequeños grupos de conjurados que pretendieron seguir los pasos del ayuntamiento de México. Tal fue el caso de la conjura de Valladolid, descubierta en 1809 y cuyos participantes fueron puestos en prisión.
En 1810, los conspiradores de Querétaro estuvieron a punto de correr la misma suerte pero, al verse descubiertos, optaron por tomar las armas el 16 de septiembre en compañía de los habitantes indígenas y campesinos del pueblo de Dolores (Guanajuato), convocados por el cura Miguel Hidalgo y Costilla.
A partir del 16 de septiembre se inició una lucha que pasó por varias etapas –y que estuvo lejos de ser un movimiento victorioso-, los sucesivos caudillos fueron tomados prisioneros o ejecutados por las fuerzas realistas, en un principio se reivindicaba la soberanía de Fernando VII sobre España y sus colonias, pero los líderes asumieron después posturas más radicales, incluyendo asuntos de orden social como la abolición de la esclavitud.

Morelos y la primera constitución

José María Morelos y Pavón
José María Morelos y Pavón conocido después como “El Siervo de la Nación”, convocó a las provincias independentistas a conformar el Congreso de Anáhuac, que dotó al movimiento insurgente de un marco legal propio.
Pero Morelos fue derrotado, apresado y ejecutado con lo que la guerra de Independencia se redujo a una guerra de guerrillas de tal manera que hacia 1820 solo quedaban algunos núcleos rebeldes principalmente en la Sierra Madre del Sur y en Veracruz.

Conspiración de la Profesa

Encabezados por Matías de Monteagudo empezaron a conspirar un grupo de prominentes aristócratas, lo que se conoció como Conspiración de la Profesa, por llamarse así el templo donde realizaban las reuniones.
Los conjurados contaban con el apoyo del virrey Juan Ruiz de Apodaca y consiguieron que el realista Agustín de Iturbide fuera designado general en jefe del Ejército del Sur, con el encargo de acabar con Vicente Guerrero y Pedro Ascencio.
Guerrero, único jefe insurgente que permanecía activo desde la muerte del español Francisco Javier Mina en 1817, intentó convencer a los jefes realistas José Gabriel de Armijo y Carlos Moyá para formar un ejército libertador que depusiera a Apodaca, para nombrar en su lugar un virrey conciliador con el que se pudiera negociar la consumación de la Independencia de México. Ambos se negaron.

Ejército Trigarante

Armijo fue relegado por Iturbide en noviembre de 1820 y después de varias derrotas comprendió que por la vía de las armas sería imposible vencer a Guerrero, por lo que le planteó la idea de unir fuerzas para establecer una nación independiente encabezada por Fernando VII ó cualquier otro miembro de la realeza europea.
Fue el 10 de marzo de 1821 cuando se llevó a cabo el pacto entre Iturbide y Guerrero, episodio que se selló con el Abrazo de Acatempan. El 24 de febrero de ese año Iturbide dio a conocer el Plan de Iguala con el que se constituyó el Ejército Trigarante, cuyas garantías eran Independencia, Religión y Unión.
Durante más de seis meses el Ejército Trigarante recorrió el virreinato promoviendo sus ideales, entre las escasas acciones bélicas de ese período se encuentran la toma de Oaxaca, el 20 de julio de 1821 a manos de Antonio León y Loyola, y la última batalla de la guerra librada en Azcapotzalco.
Iturbide dividió el país en zonas militares: la centro occidental, dirigida por Guerrero, Anastacio Bustamante y Pedro Celestino Negrete; la oriental, comandada por Nicolás Bravo y Antonio López de Santa Anna y la sur, bajo el mando de Antonio de León.
El abrazo de Acatempan
Los militares de la Ciudad de México destituyeron a Apodaca para nombrar en su lugar a Francisco Novella. También las Cortes en España decidieron remover a Apodaca, pero el sustituto designado fue el masón liberal Juan O’Donojú, con quien Iturbide pudo llegar a un acuerdo con los tratados de Córdoba.
En ese mismo año con la rehabilitación de la Constitución de Cadiz se alentó el cambio de postura de las élites novohispanas, que hasta ahí habían respaldado el dominio español. Los criollos monarquistas, al ver afectados sus intereses, decidieron entonces apoyar la Independencia de la Nueva España para lo que buscaron aliarse con la resistencia insurgente.
El realista Agustín de Iturbide logró a principios de 1821 encontrarse con el insurgente Vicente Guerrero y ambos proclamaron el 24 de febrero el Plan de Iguala con el que se convocó a la unión de todas las facciones insurgentes, con el apoyo del clero y la aristocracia de la Nueva España. Ese plan fue ratificado por Iturbide el 24 de agosto de 1821 mediante los Tratados de Córdoba.
Finalmente, el 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante entró a la Ciudad de México, después de 11 años y 11 días de lucha y más de 300 años de dominio español.

La consumación y el Primer Imperio

Nuestra vida independiente se inició con el Imperio Mexicano, una efímera monarquía católica que dio paso a una república federal en 1823, en medio de numerosos conflictos internos y la separación de América Central.
España realizó algunos intentos de reconquista, incluida la expedición de Isidro Barradas en 1829 pero no fue sino hasta 1836 en que reconoció plenamente la Independencia de México, tras el fallecimiento de Fernando VII.
Después de 300 años concluyó el dominio español sobre la nueva España en 1821 con los tratados de Córdova y la proclamación del acta de independencia reconocida ante los hechos consumados por el representante del rey Juan O’Donojú, en la teoría se reconoció nuestra independencia, pero la realidad es que entonces y 200 años después los mexicanos nunca hemos tenido una autonomía plena, ya por circunstancias económicas o políticas seguimos sometidos a la dominación extranjera de tal manera que en nuestro país han intervenido además de los españoles; los franceses, los norteamericanos o cualquier otro país que por razones económicas o militares imponga su hegemonía.
Un factor determinante para que esto acontezca son nuestra proverbial insolvencia financiera y la corrupción moral heredada del carácter español que nos hacen vulnerables y susceptibles de dominación por las grandes potencias

Agustín de Iturbide

Hijo de un terrateniente español y de una criolla noble, Agustín de Iturbide nació en 1783. A la edad de 14 años se enroló en el ejército realista y se negó a participar en la insurrección contra los españoles dirigida por el cura Hidalgo, defendió la ciudad de Valladolid contra los insurgentes y su notable actuación le valió el ascenso a capitán.
Como capitán, Agustín de Iturbide combatió a las guerrillas indígenas y capturó a Albino Liceaga y Rayón por lo que obtuvo un nuevo ascenso.
Después fue nombrado comandante general de la provincia de Guanajuato, donde se distinguió por su implacable persecución de los rebeldes, acusaciones diversas como las de abuso de autoridad y malversación propiciaron que el virrey Calleja lo destituyera, pero lo absolvieron de todos los cargos por el apoyo del auditor Bataller.
A los 37 años fue nombrado Comandante General del Sur y se le encomendó la tarea de sofocar la insurrección de Guerrero, una de las últimas que se encontraban activas, al no conseguirlo se reunió con éste y, juntos, presentaron el denominado Plan de Iguala, en el que se proclamaban las tres garantías: Independencia de México, igualdad de derechos para españoles y criollos; y la supremacía de la Iglesia Católica.
Rápidamente, el Ejército Trigarante dominó todo el país, por lo que ante los hechos consumados el nuevo representante del rey de España Juan O’Donojú suscribió los tratados de Córdoba que derivaron en el reconocimiento de la Independencia de México.
Un año más tarde, Iturbide se proclamó emperador de México con el nombre Agustín I, pero muy pronto se tuvo que enfrentar a una conspiración de carácter republicano, por lo que decidió disolver el Congreso y nombró una junta que actuaba totalmente a su servicio.
A partir de ese momento aparece en la escena nacional el entonces gobernador de Veracruz, Antonio López de Santa Anna quien resolvió proclamar la República, para lo que recibió el apoyo de otros generales y también de las tropas que en un principio debían acabar con la revuelta.
Forzado a abdicar en 1823 Iturbide se exilió en Europa, retornó en 1824 a México ignorante de que había sido condenado a muerte. Fue capturado a su llegada y se le fusiló cuando contaba con 41 años de edad.

Vicente Guerrero Saldaña (1782 – 1831)

Vicente Guerrero Saldaña
Después de la muerte del español Francisco Javier Mina en 1917, el único caudillo que se mantuvo activo fue Vicente Guerrero Saldaña. Nació el 9 de agosto de 1782 en Tixtla (hoy Estado de Guerrero).
De ascendencia campesina Vicente fue hijo de Pedro Guerrero y María Guadalupe Saldaña, era un mestizo de precaria educación que en su juventud se desempeñó como arriero y en las actividades agrícolas.
La actividad militar la inició a las órdenes de Hermenegildo Galeana en 1810, participó en la lucha por la independencia de México formando parte de las huestes de José María Morelos y Pavón, posteriormente apoyó el Congreso de Chilpancingo hasta su disolución y se refugió en las montañas donde mantuvo la lucha y se le designó jefe de la insurrección en el sur.
En 1820 se enfrentó a Agustín de Iturbide, quien convencido de que por medio de las armas no lo derrotaría lo invitó a unirse a la lucha de liberación. Ambos caudillos protagonizan el pacto de Acatempan. En 1821 Guerrero acepta el Plan de Iguala y pasa a luchar a las órdenes de su antes encarnizado rival. En 1822 se subleva contra Iturbide, quien una vez consumada la Independencia se proclamó emperador.
Derrocado Iturbide, Guerrero forma parte de la junta provisional y ocupa la presidencia de México en 1829 gracias al levantamiento de los liberales.
Se opuso al intento de reconquista de Barradas en nombre de España, rechazó el ofrecimiento de Poinsett de comprar Texas, y defendió el federalismo.
Depuesto de la Presidencia de la República en 1829 por el general Anastacio Bustamante vuelve a la lucha desde el sur hasta que el traidor Picaluga lo hace prisionero en Acapulco, se le somete a juicio y es fusilado el 14 de febrero de 1831, en Cuilapán, (hoy Cuilapán de Guerrero).

Los consumadores

Dejando de lado los motivos personales y medios de que se valió, el mérito de la consumación de la Independencia le corresponde junto con Vicente Guerrero a Agustín de Iturbide, un caudillo condenado por la historia oficial al ostracismo.
Agustín de Iturbide
La historia la escriben los vencedores, pero es de justicia reconocer a Iturbide el prominente papel que desempeño para lograr nuestra independencia, sin olvidar a precursores como Hidalgo, Allende, Morelos, Aldama, Josefa Ortiz de Domínguez entre los principales.
Los consumadores fueron Iturbide, Guerrero, Bustamante… todos, con las armas en la mano, batallaron para librarnos del dominio español.
Estos personajes, aunque trascendieron por sus actos, no eran semidioses. Se trataba de humanos que reunían en su persona vicios y virtudes, ambiciones, defectos y rasgos de grandeza, pero estos últimos los catapultaron para ser recordados 200 años después.
Quienes formamos parte de las nuevas generaciones estamos obligados a reconocer a los fundadores de nuestra Nación, incluyendo a los precursores como Hidalgo, Allende, Josefa Ortiz de Domínguez, Aldama, Morelos, Mina...
Sin olvidar a los consumadores: Iturbide, Guerrero y los demás que sentaron las bases para el nacimiento de una nueva Nación noble, generosa que es más grande que sus enemigos y problemas, de la cual todos debemos sentirnos orgullosos.
Por todo lo anterior, el Bicentenario de la Independencia de México se debe conmemorar el 27 de septiembre de 2021.
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