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19 de diciembre de 2012

No son Solo las Armas

ROBERTA GARZA

Con el estilo que la caracteriza, Roberta Garza, periodista originaria de Nuevo León toca el tema de la reciente matanza realizada por un desquiciado en los Estados Unidos y la oposición de los ciudadanos pese a ello, de un mayor control de armas por el gobierno. El presente texto se publicó en Milenio Diario Laguna.  
  
Las armas no matan, mata quien jala el gatillo. Así dicen los cabilderos de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), dedicados a mantener intacto el derecho de todo estadunidense a comprar y portar armas, y el lucrativo negocio alrededor de éstas, al amparo de una idea muy arraigada en el imaginario del país: el poder defenderse, literalmente por sus pistolas, de cualquier extraño enemigo que profane con sus plantas su suelo.
Al margen de intereses de dudosa reputación, ojalá el problema tuviera una solución tan simple como regular más y mejor la venta de armas, pero hay que recordar que la insensata masacre de los niños de Sandy Hook se llevó a cabo con armas legalmente compradas y registradas por una ama de casa suburbana, la primera víctima del asesino, es decir, su propia madre. Sin duda, prohibir las armas de asalto semiautomáticas sería un buen comienzo que, por lo menos, reduciría el daño causado durante este tipo de ataques: nada tiene que hacer ese poder de fuego en manos de civiles. O eso decimos los mexicanos promedio, acostumbrados al paternalismo de nuestra histórica dictablanda: en EU las labores propias del gobierno, incluyendo las policiales, son vistas por los republicanos ciudadanos de la Unión con un grano de sal. ¿Ejemplos? En 2005 el estado de California prohibió a los civiles tener rifles de calibre .50 o más. Ronnie Barrett, el dueño de la empresa que fabricaba mayoritariamente las armas de ese calibre para las policías estatales, ordenó dejar de venderlas allí porque “ninguna policía debe estar más o mejor armada que sus ciudadanos”. Y chínguense.
El elefante en el cuarto son dos; por un lado, resulta asombroso que en EU sea más fácil y legal para cualquier hijo de vecino comprar un arma de calibre militar que un carrujo de mota: disparar contra los mojados en su travesía por los campos de Arizona es visto como algo patriótico, mientras que tronársela oyendo música ponedora no tanto. Por el otro, la discusión se ha centrado en un tema quizá necesario pero no central: si bien es cierto que una revisión del ethos belicista no le vendría nada mal al país, el verdadero problema está en otra parte: el precario estado de las instituciones y de las políticas públicas alrededor de la salud mental. Porque si una señora de clase media alta de Nueva Inglaterra, aficionada a las armas y a los clubes de jardinería, no tiene manera de tratar y de supervisar a su hijo enfermo, ¿qué consuelo le espera a los demás?
Twitter: @robertayque

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