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27 de agosto de 2013

Gobierno reprobado

A cuatro meses de que concluya el 2013 y el cuatrienio como alcalde de Eduardo Olmos Castro la percepción que existe en la población es el fracaso de la administración municipal y la contundente descalificación de quien se encuentra al frente según lo señala Arturo González González en su columna Periférico que semanalmente publica El Siglo de Torreón, texto que comparto con los seguidores del blog, pues lo considero de interés general.

Enlace:  http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/906462.gobierno-reprobado.html

Eduardo Olmos Castro.
Al finalizar el cuatrienio en diciembre próximo, el gobierno del alcalde de Torreón, Eduardo Olmos Castro, habrá ejercido en total alrededor de siete mil 200 millones de pesos. Con esta ingente cantidad de recursos públicos ¿es posible decir que hoy la situación de la ciudad y su población en general es mejor que cuando comenzó la administración del priista? A decir de la mayoría, no. Frente a esta realidad, cabe otra pregunta: ¿por qué?
De acuerdo con el tercer reporte del Barómetro de Opinión Pública de México Avanza, los torreonenses califican con un paupérrimo 3.4 sobre 10 la gestión de su presidente municipal. Un presidente municipal que cuando anduvo buscando el voto de los electores, y también una vez que lo obtuvo, aseguró que iba a "rescatar Torreón" de la situación deplorable en la que lo dejó el exalcalde panista José Ángel Pérez. Pero la promesa no sólo no se cumplió, sino que el deterioro se ha acentuado.
La principal función de los ayuntamientos es el mantenimiento y mejoramiento de los servicios públicos. Pero la mayoría de ellos hoy están reprobados a los ojos de los ciudadanos. Según el reporte de agosto del Barómetro, sólo el servicio de limpieza, concesionado a una empresa privada, cuenta con una calificación aprobatoria. Los demás no alcanzan el seis, siendo la seguridad pública, con 3.8, el peor evaluado. Y no es para menos si consideramos que durante la gestión de Eduardo Olmos, Torreón y su área metropolitana llegó a ser considerada una de las zonas urbanas más violentas no sólo de México, sino del mundo.
El argumento común de las autoridades locales para explicar este fenómeno es que la Policía municipal no estaba preparada para hacer frente al embate del crimen organizado, problema que corresponde atacar al Gobierno federal. Según el discurso oficial, la presencia de grupos del narcotráfico "distrajo" a la corporación municipal de su función principal: la prevención del delito común. Concediendo razón a este argumento, cabe cuestionar ¿por qué no previó el Gobierno municipal este problema que venía manifestándose desde la administración anterior? Y ¿qué pasó con los demás servicios: agua potable, alumbrado, transporte e infraestructura urbana?
Una explicación a lo anterior puede encontrarse en la distribución del gasto que hace el ayuntamiento, que ha privilegiado la nómina sobre la inversión pública. Por ejemplo, para este año se proyectaron 550 millones de pesos en el rubro de servicios personales, es decir, un tercio del presupuesto anual total. Mientras que para inversión pública el monto apenas alcanza los 248 millones, o sea, una sexta parte del presupuesto de egresos. Y así ocurrió, más o menos, en años anteriores.
Pero más allá del monto, el gobierno municipal de Torreón, al igual que la mayoría de los gobiernos locales, continúa ejerciendo a discreción y con escasa transparencia los recursos para inversión pública. ¿Bajo qué criterios se integran los proyectos de obra pública? ¿Cuál es el consenso que tiene cada una de estas obras? ¿Cómo se mide el costo-beneficio? ¿Cómo y cuánto ha mejorado la calidad de vida de los ciudadanos con esa inversión? ¿Dónde están los planes de trabajo de cada dependencia del ayuntamiento? No se sabe.
En el fondo, los gobiernos municipales continúan adoleciendo de una falta de institucionalidad. Incapaces y sin voluntad de prever los problemas que aquejan a la sociedad que dicen representar, actúan por lo general a destiempo y con criterios sustentados en sus agendas partidistas.
Pero no sólo se trata de un asunto de ausencia de visión y preparación de quienes están en el poder, en teoría, más cercano a la gente. El problema es estructural. Los municipios no tienen contrapesos y carecen, por ende, de un buen sistema de rendición de cuentas.
Esta situación ha quedado en evidencia con la controversia en torno al deficiente desempeño de la Tesorería Municipal y los múltiples roces que han tenido directores de área con la administradora de las finanzas locales. En días recientes se ha ventilado en los medios de comunicación que la Auditoría Superior del Estado ha promovido el inicio de un proceso de sanción en contra del tesorero Pablo Chávez por incumplir con la entrega del avance de gestión financiera del segundo trimestre. No es la primera vez que ocurre y no es el único caso de incumplimiento del titular de la dependencia.
A lo largo de la administración hemos sido testigos de los constantes retrasos en el pago y entrega de recursos por parte de la Tesorería. Y hasta ahora, la Contraloría Municipal, a cargo de Lauro Villarreal se ha mostrado ausente en el cumplimiento de sus funciones, al igual que en otros casos de irregularidades en las demás dependencias. No es de extrañar que esto suceda, puesto que la Contraloría, la entidad reguladora de la función pública municipal, es un organismo acotado y dependiente del alcalde, quien propone a su titular, que es aprobado por el Cabildo, órgano legislativo y supervisor del ayuntamiento, en el cual su partido tiene mayoría.
A lo anterior hay que sumar que el presidente del Tribunal de Justicia Municipal también es propuesto por el alcalde y aprobado por el mismo Cabildo. De esto se deduce que todos los poderes del municipio están subordinados al grupo que controla el ejecutivo. La representatividad ciudadana es nula, al igual que los contrapesos.
Así, es fácil que los gobiernos locales se subordinen a intereses ajenos a la ciudadanía: de los gobernadores, el partido dominante, grupos de poder económico, camarillas políticas rapaces e, incluso, la delincuencia organizada.
Bajo esta óptica es posible entender el abandono que sufre la ciudad pese a los siete mil 200 millones de pesos que tuvo en sus manos el ayuntamiento de Eduardo Olmos, el cual, en vez de ser una autoridad aliada de la ciudadanía, se convirtió en un lastre para sacar a Torreón del atolladero. En este sentido, no es gratuito que, según el Barómetro, el 53 por ciento de la población recordará a esta administración con el calificativo de "desfavorable".
Pero, en el horizonte, ya se ve el despertar de la sociedad civil. Un nutrido grupo de organizaciones comienza a irrumpir con el afán de mejorar la calidad de vida de los que habitamos esta vapuleada región. Ojalá que estos esfuerzos, a la postre, se traduzcan en la construcción de gobiernos locales más representativos, institucionales y eficientes.
Dialoguemos en Twitter: @Artgonzaga
o por correo electrónico: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

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