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3 de agosto de 2013

Los saldos de Olmos. Las finanzas

Ya catalogado como el peor de los peores alcaldes de Torreón, el actual Eduardo Olmos Castro deja muchos saldos y promesas incumplidas de acuerdo con el texto de Arturo González González, quien colabora en el medio regional El Siglo de Torreón.
 
Eduardo Olmos Castro
Cinco meses restan para que concluya la administración de Eduardo Olmos, y muy lejos del rescate prometido en la campaña que lo llevó a la alcaldía, resulta difícil decir que Torreón es hoy una ciudad más sana y habitable. La promesa se convirtió en mentira. Muchos compromisos, en engaños. Hay tiempo suficiente aún para repasar uno a uno los grandes fracasos de esta administración. Comencemos por revisar un panorama en el que la falta de liderazgo, la ausencia de coordinación, la opacidad y la negligencia han sido las constantes.
Desde los primeros meses de la actual administración fue evidente la corta estatura de Eduardo Olmos como alcalde. Sin controles efectivos, sin autoridad entre sus propios allegados, en el ayuntamiento se conformaron áreas donde la discrecionalidad y la ocurrencia se convirtieron en norma y directriz. La Tesorería Municipal, a cargo de Pablo Chávez, es una de ellas. A pesar de las críticas y las exigencias de un sector de la ciudadanía, el manejo de los recursos del erario es un páramo cubierto de espesa niebla.
Los directores se lamentan una y otra vez por la falta de recursos para cumplir con su función. El tesorero aplica un recorte presupuestal de 40 por ciento en áreas tan sensibles como servicios públicos y desarrollo social, por ejemplo (ver http://t.co/7KJTcWWhTd). La desconfianza priva entre ellos y aún así se atreven a pedir a la sociedad un voto de confianza. ¿En quién vamos a confiar: en los directores que acusan al tesorero o en el tesorero que acusa a los directores? Y en medio de este zafarrancho, el Cabildo, supuesta máxima autoridad de la ciudad, se encuentra acotado por los intereses personales y gremiales de los regidores.

Numerosas fallas en las obras realizadas.
La Tesorería, controlada por Pablo Chávez, ha manejado un presupuesto cuatro veces mayor al utilizado por la dependencia en la pasada administración. Al finalizar el cuatrienio, la Tesorería habrá gastado 1,495 millones de pesos (http://t.co/3LgavXEwfg). La pregunta obligada es ¿en qué se fue ese dinero? La respuesta del responsable de las finanzas de la ciudad no se sostiene ni con el más somero análisis de la realidad. Según él, el pago a proveedores de todas las dependencias justifica en parte el elevado monto de su presupuesto (http://t.co/92AfrxtQPO). Pero el común denominador de su “estilo” de administrar ha sido el retraso en el cumplimiento de los compromisos financieros. Comisión Federal de Electricidad (http://t.co/JU9yyqFz), la empresa concesionaria del servicio de limpieza (http://t.co/eKniKOgVKf), la compañía controladora del sistema de alumbrado (http://t.co/cD6uN2TYXr), Cruz Roja (http://t.co/z0irYHs8lT), organizaciones de la sociedad civil (http://t.co/0xprDe4nFp), Cuerpo de Bomberos (http://t.co/OCToGkOawO) y otras empresas proveedoras y contratistas (http://t.co/TqB6C9ir) son sólo algunos ejemplos.
Otra parte del argumento del porqué ha crecido el presupuesto de la Tesorería pasa por la emisión de certificados de promoción fiscal, la cual, según Chávez, es una estrategia para registrar mayores ingresos y así obtener más participaciones federales. Pero mientras el gasto operativo de la dependencia se ha cuadruplicado, dichas participaciones apenas han aumentado en un 10.9 por ciento, según el reporte más reciente de Fitch Ratings, al cual me referiré más abajo.
Y mientras recorta presupuestos de otras áreas y retiene pagos a empresas y asociaciones, la Tesorería ha gastado en medio año más de dos millones de pesos en asesorías de despachos cuyas labores y beneficios la ciudadanía desconoce. Pero no sólo eso. A decir del director de Informática, Luis Fernando Gallardo, la base de datos de la Tesorería está saturada y en dos años no ha pagado la licencia por el uso de equipos de cómputo. Y según el funcionario, esto último podría derivar en embargos (http://t.co/FwzSdc1EFb). Nuevamente la pregunta: ¿qué está haciendo el tesorero con los ingentes recursos que año con año recibe?
Grandes baches por toda la ciudad
Resulta en verdad desconcertante que una dependencia que ocasiona tantos problemas y de la cual se desconoce a ciencia cierta su productividad, reciba de manera exponencial más dinero que áreas que, según el discurso oficial, son “prioritarias”. La Dirección de Cultura, por ejemplo, manejará un raquítico presupuesto de ¡1.5 millones de pesos este año!, según declaraciones hechas por el titular, Jaime Muñoz, en el programa de radio Contextos de GREM la semana pasada. Otro caso: los 32 maestros que dan clases en el programa de preparatoria abierta de la Dirección Municipal de la Juventud no perciben ingreso desde hace cuatro meses (http://t.co/Z5OxujlnIF).
Ante las prolongadas ausencias del alcalde, el tesorero se asume como celoso vigilante del manejo de los recursos de todas las direcciones. Pero valga la sentencia de Juvenal: Quis custodiet ipsos custodes? ¿Quién vigila a los vigilantes? En teoría, la Contraloría Municipal, encabezada por Lauro Villarreal, otro de los grandes hoyos negros de la administración. ¿Dónde están los resultados de las auditorías que debieron aplicarse a las áreas de Parquímetros, Alumbrado Público, Semáforos, Transporte y la misma Tesorería? ¿Dónde ha estado el alcalde para poner orden en su equipo?
Mientras esperamos las respuestas, la presidencia municipal ha aumentado impuestos como el de alumbrado público con el fin de tener los recursos suficientes para, supuestamente, invertirlos en la modernización del servicio (http://t.co/RKNt2NVV), que es el que más quejas ciudadanas recibe (http://t.co/0E64f5x8xq). De los 20 millones de pesos proyectados para este año, únicamente han sido erogados 300 mil (http://t.co/ZChJrnb3ik). El dato habla por sí solo.
En varias ocasiones la administración de Eduardo Olmos ha argumentado que hacerse cargo de la obra de la Gran Plaza y su estacionamiento subterráneo ocasionó un desequilibrio en las finanzas. Pero ¿por qué, entonces, aceptó el ayuntamiento que se le endosara la responsabilidad de una costosa obra surgida del capricho del exgobernador autoexiliado, Humberto Moreira, y que no contaba con el consenso de la ciudadanía? ¿Es acaso la alcaldía de Torreón una dependencia más del gobierno de Coahuila y no un gobierno soberano como marca la Constitución?
Otro tema escabroso es el de la nómina municipal. Por lo menos en tres ocasiones el ayuntamiento anunció que ejercería recortes en el gasto de servicios personales en aras de contar con más recursos para la inversión pública y hacer frente a sus compromisos financieros. La realidad es que la famosa estrategia de austeridad nunca se aplicó. Las cifras así lo revelan. En 2010 se gastaron en promedio 41 millones de pesos al mes en la nómina. En 2012 el promedio mensual fue de 49 millones. Para este año se proyecta que sean 50 millones mensuales (http://t.co/5OMz45o9Lv). Hay que decirlo con todas sus letras: en este rubro, como en muchos otros, la presidencia municipal ha mentido a la ciudadanía.
Puesto este engaño en evidencia, ¿cómo creerle al gobierno de la ciudad cuando dice que la deuda municipal no es tan grande como lo reporta la síndica de vigilancia, Natalia Virgil? Ella habla de cerca de mil millones de pesos. La Tesorería ha asegurado que dejarán adeudos por no más de 155 millones. ¿Cuánto le falta para llegar a esa cifra? ¿Cuál es el estado real de la deuda actualmente?

De primer mundo el proyecto de la
Presidencia, lo contrario en los hechos.
Y con todo ese gasto de nómina y deuda, la gestión de Olmos está reprobada por la ciudadanía, como lo revela el estudio de opinión pública de mayo pasado del Barómetro de México Avanza: 5.8 es la calificación del actual ayuntamiento (http://t.co/RoqZ43O1vz). Pero si de evaluaciones se trata, en enero de este año la firma Fitch Ratings colocó en perspectiva negativa la calificación AA (mex), que significa alta calidad crediticia y que había mantenido por años el ayuntamiento, “debido a una limitada generación de ahorro interno y un debilitamiento en la posición de liquidez” (http://t.co/L8VctP3Z).
En resumen, el ayuntamiento actual ahorra poco y tiene menos liquidez, y aunque cuenta con un presupuesto mayor al de la administración anterior, su gasto de nómina crece más que el de inversión pública (http://t.co/qJovSKR0).
En este sentido, las obras que, cuando se le critica, tanto presume la alcaldía como grandes logros en su propaganda —para la cual, dicho sea de paso, gasta más de lo permitido por la ley (http://t.co/eFZ4kCrKYt)— dejan mucho a desear. Ahí está, por ejemplo, el Bosque Urbano, del cual hablaré en un artículo posterior. Porque así como se debe someter al escrutinio público la labor y los argumentos del tesorero, también es menester revisar lo hecho por cada uno de los encargados de las direcciones municipales, quienes más que víctimas, como intentan asumirse, son cómplices de las fallas de esta administración.
Por lo pronto, a la luz de lo dicho en este artículo, huelga decir que Miguel Riquelme, próximo alcalde de Torreón, si en verdad busca el bien común como él dice, debería estar muy preocupado por las finanzas municipales que serán responsabilidad suya a partir del primero de enero de 2014.
Dialoguemos en Twitter: @Artgonzaga
O por correo electrónico: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx 
 
 

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