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14 de septiembre de 2013

Causas externas de la independencia

Sergio Antonio
Corona Páez
Un hecho singular y que quizá desconozcamos la mayoría es que el primero y el último de los movimientos mexicanos por la independencia tuvieron su origen en sucesos internacionales, el primero en 1808 cuando España fue invadida por Napoleón Bonaparte, en ese momento abdicaron sucesivamente Carlos IV Fernando VII, el segundo ocurrió 12 años más tarde cuando el coronel Rafael del Riego llevó a cabo un golpe de Estado y obligó a Fernando VII a jurar de nuevo la Constitución de Cádiz, con lo que las cortes empezaron a legislar en contra de los intereses del alto clero novohispano y de la burguesía de las colonias, que decidieron impulsar un movimiento de Independencia acaudillado por Agustín de Iturbide, el artículo publicado en la sección de Acentos de Milenio Diario Laguna es de Sergio Antonio Corona Páez y lo compartimos por considerar de interés el comentario del cronista de Torreón.


Don Miguel Hidalgo y Costilla.
No deja de ser algo notable que el primero y el último de los movimientos mexicanos por la independencia, tuvieran su origen en situaciones de carácter internacional. El primero, el de 1808, se originó en la invasión  y ocupación de España por los franceses. Algunos regidores del ayuntamiento de la ciudad de México, como Francisco Primo Verdad Ramos y Juan Francisco de Azcárate, aprovecharon el momento para proponer la independencia de la Nueva España, puesto que los reyes Carlos IV y Fernando VII se habían entregado mansamente a Napoleón Bonaparte, y habían puesto a sus pies la corona española.
Los mencionados regidores de la  ciudad de México, que eran criollos, consideraban que en esas circunstancias, Nueva España debería separarse de la madre patria. Por supuesto, los españoles peninsulares residentes en México, abortaron este plan y asesinaron a Francisco Primo Verdad mediante un pretendido suicidio. Así, tristemente, acabó este primer movimiento independiente (o autonomista) de 1808.
Doce años después, se presentó una nueva coyuntura política internacional: en 1820, el coronel Rafael del Riego, de ideología liberal dio un golpe de estado en España, y obligó al rey Fernando VII a jurar de nuevo la Constitución de Cádiz, que era liberal. En virtud de lo establecido por esta constitución, se eligieron diputados liberales a la corte (las cámaras legislativas) y comenzaron a dictar leyes que amenazaban seriamente, no solamente los intereses del clero novohispano, sino su misma existencia. La aristocracia novohispana y buena parte del ejército consideraron que, dadas las circunstancias de La Península y al ver en peligro sus intereses, había llegado el m momento de separarse políticamente de España.
Este último movimiento de independencia, apoyado por obvias razones por el clero institucional  y las altas esferas de poder novohispano, como lo han indicado Lucas Alamán y Francisco de Paula Arrangoiz, entre muchos otros historiadores, tuvo su comienzo y su fin en 1821. Su promotor visible fue don Agustín de Iturbide, por medio del Plan de Iguala, proclamado el 24 de febrero de 1821. Este plan fue ratificado mediante los tratados de Córdoba, el 24 de agosto de 1821 por el mismo Iturbide y el mismo virrey capitán general de Nueva España, don Juan de O’Donojú.
Agustín de Iturbide.
El plan surgido en Iguala, obedecía a las necesidades del momento, y no tenía vínculos históricos con los anteriores movimientos de Hidalgo, ni Morelos. Al igual que el de 1808, este plan se originó también  en las circunstancias internacionales prevalecientes en sus respectivos años.
El Plan de Iguala le garantizaba a los novohispanos tres cosas. Libertad para ejercer la religión católica, la independencia política para lograrlo, y la igualdad de derechos para todos los mexicanos.
Para poder cumplir la primera garantía, se requería necesariamente  de la independencia política de España. Había que garantizar  esta separación para anular las amenazas de la nueva legislación española, pues Nueva España ya no estaría más bajo el dominio de La Península ni tendría por qué obedecer sus nuevas leyes (verde).
Para evitar cualquier desorden social en Nueva España al proclamar su independencia, se garantizaba que todos sus habitantes serían iguales ante la ley, sin esclavitud, ni distinción racial. Todos tendrían los mismos derechos, indios, negros, españoles o criollos, y se respetarían las propiedades de todos (color rojo).
Así, con este Plan de Iguala del 24 de febrero de 1821, su bandera verde, blanca y roja, y el reconocimiento de O’Donojú, Iturbide y los firmantes del Acta de Independencia, se convirtieron en los fundadores del Estado Mexicano. Desde 1821, México es una nación libre. Los colores del Plan de Iguala  se convirtieron en nuestra enseña nacional.

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