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3 de septiembre de 2013

Mira nomás, cómo te pusieron...

Roberto Orozco Melo.
En la columna Hora Cero que se publica en varios medios regionales y de Coahuila el abogado y político Roberto Orozco Melo toca el tema de los nombres que parecen apodos y que en otras épocas les eran aplicados por los padres, a personas que por su escasa edad en ese momento no podían defenderse y debieron cargar durante toda su vida con un nombre que parecía burla. El comentario se publicó el sábado 31 de agosto en el periódico regional El Siglo de Torreón, aunque el columnista participa también en El Diario de Coahuila y los medios impresos de Grupo Zócalo.

Enlace: http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/908373.mira-nomas-como-te-pusieron.html

Descarte usted la fuente de inspiración mediática a la que acuden algunas familias para bautizar a sus descendientes femeninos con apelativos de personajes telenoveleros, como los clásicos Yesenia, Esmeralda o Colorina de los años sesenta, setenta y ochenta; o el nobiliario y evocativo Leididí de los noventa, y aun habrá muchos padres de familia que tendrán que llevar una vida de apostolado en busca de indulgencias, si quieren evitar la flama eterna por tan terrible falta cometida. ¿El pecado?... Imponer a sus hijos, con premeditación, alevosía y ventaja, un nombre que portarán toda la vida como sobrenombre.
Con mi primo Crisóstomo, mi amigo Saturnino y mi colega Cayetano, solía departir en la Ciudad de México, y en la casa que habitaba, en las calles de Tepic y Tonalá, doña Leonor --la señora que me asistía--, me escuchó gritar por teléfono: -- "¡Éitale, Cayetano.. .arréate a Saturnino y a Crisóstomo!". Una severa amonestación fue lo que recibí: -- "¡Aquí no se permiten groserías, joven! ¿No ve que tengo criaturas muy chiquitas? ¡Más respeto!...".
Entonces, frecuentábamos La Mundial, aquella alegre cantina, punto de reunión favorito de los periodistas que trabajábamos en los diarios vecinos de la calle de Bucareli. Pero nomás nos veían cruzar el dintel de la puerta, y se dejaba oír la detonación del disparo verbal y expansivo: "¡Ahí vienen Orozco y sus tres palabrotas!".
La Región Centro de Coahuila es prolífica en personas con nombres singulares. Hay Ovidios, Idilios, Augurios, Heliodoros, Aldegundos y muchos otros apelativos de resonancia única. En la ciudad de Monclova compitieron varias veces por la Presidencia Municipal tres conocidos y queridos ciudadanos: eran don Mardoqueo Ramos y los licenciados Policarpo Cárdenas y Telémaco Zertuche. Buenas personas los tres --no faltaría más--, disfrutaban con magnífico humor la rara coincidencia de llevar vocativos altisonantes nada comunes y corrientes.
Al acudir al Comité Ejecutivo Nacional del PRI para plantear sus intenciones políticas, en la oficina del presidente los atendió una secretaria mal encarada: "¿De parte de quién?" --les preguntó--, a lo cual, uno de ellos repuso con resignado arrojo: --"De parte de Mardoqueo, Policarpo y Telémaco, de Monclova...". La señora, que en ese momento no estaba para juegos, endureció aún más el gesto y les gritó: -- "¡Miren, señores, yo no estoy aquí para perder el tiempo! ¡O me dicen bien sus nombres o los mando sacar de la oficina!".
¿Otro caso? El profesor Candor Guajardo iba a ser gobernador de Coahuila allá en los años obregonistas; pero la división entre los diputados independientes y los adictos al gobernador en funciones se hizo presente. Y al ver ese nombre en la terna, Álvaro Obregón la desechó de inmediato: "¡A quién (...) se le ocurre que alguien llamado Candor pueda ser el jefe político de un estado!".
En 1989 se firmó en la ONU la Convención sobre los Derechos del Niño, y a partir de esa fecha su legislación se ha ido adecuando. Dentro de los derechos fundamentales del infante destacan el derecho a la vida, a la salud, a una familia, a tener un nombre y una nacionalidad... Habrá que anotar en la agenda de las próximas adecuaciones la adición de un inciso al capítulo correspondiente al nombre. Porque, ¿le parece a usted justo que a una criatura indefensa le sea impuesto contra su voluntad, y para toda la vida, un apelativo que para muchos suene a apodo, broma o improperio? El que así proceda no tiene nombre...

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