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6 de octubre de 2013

¿A que le juega el presidente?

Fernando Castillo.
Fernando Castillo, director general de Ibarra, Castillo y Santander abogados es autor de la columna Dicho sea de paso que se publica en varios medios impresos poblanos, así como en Internet, el presente texto corresponde a su entrega del pasado 29 de septiembre.

 Decía Napoleón Bonaparte, que el poder
radica en la apariencia del poder.

http://www.e-consulta.com.mx/opinion/2013-09-29/que-le-juega-el-presidente

Sin duda, el Presidente de la república, en estos ya diez meses de ejercicio, ha logrado mantener una máscara de legitimidad y reconocida autoridad, que le ha servido para presentar sus iniciativas, sin embargo, tal parece que juegan al gobierno, mientras los hechos nos demuestran que en realidad no gobiernan.
Uno de los principales defectos de la gestión de Enrique Peña Nieto, lo constituye el abuso del instrumento llamado “Pacto por México”.
Peña Nieto insiste en tener más de un problema para cada solución, o tal vez, la única solución que ha planteado y que es la mesa de este hibrido creado con las dirigencias del PAN y el PRD. Al PRI no lo contamos porque solo es una rama más del ejecutivo.
El pacto por México, no es una solución, por la simple razón de que no es un espacio institucional de negociación política y eso lo hace blanco fácil de los ataques. Doy por descontado que es un órgano bien intencionado, sin embargo, en los sistemas democráticos se gobierna con la ley y no con buenas intenciones.
Enrique Peña Nieto.
Enrique Peña juega al presidente y su gabinete juega a los funcionarios, pero cuando hay graves problemas, como la oposición de la CNTE a la Reforma Educativa, juegan a las escondidas, con la honrosa excepción del Secretario de Gobernación.
En la semana pasada, es el panismo defenestrado, el panismo calderonista, es el que ha mostrado mayor congruencia, en la clase política, al darle, por una parte, forma legal a uno de los grandes compromisos del pacto, la reforma política.
Y es que el más grande de los problemas del país se llama corrupción. Esa corrupción que se ha llevado ya a los organismos y procesos electorales, al punto de que, por un lado se dejó sin sanción la compra de votos con la avanzada tecnología de los monederos electrónicos y por otro le permite a un ciudadano estar en campaña durante ocho años cuando menos, sin que se le fiscalice en sus gastos.
Y bueno, ya ni decir del uso de las delegaciones de las dependencias federales como entes de operación político-electoral, como fueron usados en las más recientes elecciones federales y locales en los dos últimos años.
Acción Nacional, retomó muchos de los postulados del ahora llamado “Grupo Corderista” y los integró a la propuesta de reforma, que sustenta la necesidad de una segunda vuelta electoral, para dar legitimidad al vencedor, crea la figura de gobiernos de coalición, que es una institucionalización de figuras como la del Pacto por México, que completado con la ratificación del gabinete por parte del legislativo, transforma el sistema político, recobrando la naturaleza del congreso como el foro de la discusión política. Dejar de ser una comparsa, para ser un contrapeso.
Crear un nuevo órgano electoral, activo y eficaz, que conduzca elecciones justas e independientes en cada rincón del país, desapareciendo los brazos electorales de los gobernadores, es decir, los órganos estatales electorales.
El pacto por México.
Imponer sanciones que sean efectivas, hasta la nulidad de la elección, como el medio para que partidos y candidatos, ajusten sus campañas al marco legal, empezando por el tiempo y los recursos de la campaña. No es un secreto que ante la desangelada campaña panista en la pasada contienda federal, los recursos exorbitantes de Peña Nieto y los años de campaña de López Obrador, los candidatos estaban definidos y los mexicanos eligieron entre el diablo y su primo.
Por otra parte, el panismo, como principal grupo opositor, dio muestras de estarse reagrupando y cambiando liderazgos, con lo que cambiaran los contrincantes en el juego de Peña Nieto.
Muchas veces en la política, el mensaje es el mensajero. Y así hay que leer que la intervención del PAN en el senado de la republica el día de la comparecencia de Luis Videgaray, fuera a cargo de Ernesto Cordero.
Significativo, porque es una muestra de que, aun sin estar en la coordinación parlamentaria, será un personaje con mucho peso en la negociación de las reformas Energética y Fiscal, (las cuales, muy probablemente sean retrasadas hasta la discusión de la política, tal y como lo solicita el PAN) y es un liderazgo que, dada sus propias ambiciones, no será manejable desde Bucareli y ni siquiera desde Los Pinos.
Ya dio muestras, en esa misma comparecencia, de su postura respecto a la reforma fiscal. Simplemente, si saben contar, no cuenten ni con él ni con los suyos.
Defendiendo su labor, como secretario de hacienda de Felipe Calderón, hizo fuertes críticas a la gestión de Peña Nieto, muy fundadas algunas.
Y es que, nadie con tres dedos de frente, entiende como en diez meses pasamos de ser un país con bajo crecimiento -como lo dejó Calderón- a un país con nulo crecimiento, al borde de la recesión. Pasamos de estar mal a estar peor.
Y menos se entiende que, en esas circunstancias, se pretenda aumentar la carga impositiva a la clase media, para que el gobierno, con la habilidad de un carterista, obtenga más dinero para gastar mal y de manera oscura.
Porque hemos pasado del “Te lo firmo y te lo cumplo”, a las excusas mediocres de que todo es culpa de los Estados Unidos.
Es increíble que en un gobierno tecnócrata, no se den cuenta de que esa reforma hacendaria, es asesina, (aun y con los paliativos de la seguridad social universal y el seguro de desempleo), porque acaba con los emprendedores, mata el empleo y, en un acto de gatopardismo político, solo cambia de nombre a los regímenes especiales; fomenta la informalidad y de manera alguna combate la elusión y la evasión fiscal.
El gobierno de Peña Nieto, no gasta cuando debe hacerlo, es tan mala su gestión que, parafraseando a Milton Friedman, si lo pusiéramos a cargo del desierto del Sahara, en cinco años habría escasez de arena.
Si se trata de generar riqueza y regresar a la ruta del crecimiento, hay que disminuir impuestos a la clase media y no legarle deuda a nuestros hijos.
El problema en el juego del presidente es que se hace con sus reglas y con su balón.
La democracia exige diálogo y discusión. Conversar con quienes piensan como él en el Pacto por México, no es dialogo político, es solamente jugar al té o jugarle al loco.
Peña Nieto debe apurarse a cambiar de juego, pues como decía Napoleón: “Un gobierno nuevo tiene que deslumbrar y sorprender; cuando deja de brillar, cae”.

LUCRO.

                Dijo el Presidente que nadie va a lucrar  con la desgracia.

Si los donativos de la sociedad civil, se etiquetan con logos de los gobiernos estatales y en la reunión de evaluación, su gabinete presumía a ver quién hizo más, el chiste se cuenta solo.
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