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23 de marzo de 2013

Palabras prohibidas

Adela
Celorio

Puritanos, fundamentalistas y mojigatos han tratado de impedir el uso de determinadas palabras en todas las épocas y todos los países, lo que resulta particularmente difícil en países como México donde hay un machismo exacerbado y somos tropicales y prejuiciosos según nos dice Adela Celorio, en su entrega de hoy para los editoriales de El Siglo de Torreón.

Entonces Dios dijo: "Hágase la luz y separó la luz de las tinieblas; y llamó día a la luz, y noche a las tinieblas", (Génesis). Primero fue el verbo y desde entonces, sólo aquello que podemos nombrar existe. La única forma que tenemos para entendernos y malentendernos, es con palabras fecundas como semilla, o palabras hirientes, como traición. Con palabras musicales como amor, o palabras que siembran desolación y muerte como por ejemplo guerra. Y todas ellas tienen su función. Todas son necesarias porque la voz humana es el soplo divino que nos distingue de los otros animales; y nadie puede abrogarse el derecho de prohibirnos usarla. Hace algunos años me contaba Corín Tellado -quien por entonces ya venía de regreso de la vida- que la férrea censura que existía en la España Franquista le impedía usar en sus novelas palabras como sexo, cama, desnudo o genitales ¡Ave María purísima!.
"Pronto aprendí a burlar la censura diciendo lo mismo, pero de otra manera", contaba socarrona Corín. Alguna vez escuché que una niña peleando, le gritó a su compañerita de juegos ¡Zabludowsky! La compañerita lloró desconsolada por el insulto porque no es la palabra la que hiere sino la intención con que se dice.
Pero estando en temporada de prohibiciones (no fumar, no comer chatarra y tantas otras) ¿por qué no prohibir también palabras como "maricón" y "puñal". "El hecho de que los ministros hayan considerado dichas expresiones como impertinentes, es un avance. Pero lo realmente novedoso es que determinan que la Constitución no protege la libertad de hacer uso de un lenguaje discriminatorio. Sus fundamentos recaen en que estas expresiones violan los derechos fundamentales debido a que el lenguaje influye en la percepción que las personas tienen de la realidad". (El Universal 9/20/13/).
Llama la atención que a los señores ministros nunca les haya preocupado el lenguaje machista y eminentemente discriminatorio con que se atropella a las mujeres todos los días. Puta, zorra o menopáusica; forman parte del lenguaje discriminatorio, pero cotidiano entre los machines. Y cómo olvidar "el viejerío" del supermacho Fernández de Ceballos, y las "lavadoras de dos patas" de Vicente Fox. Adjetivos como naco, indio, o aquel "proles" que twiteó alguna vez una hija de Peña Nieto; son pobres conceptos que reflejan muy bien las limitaciones de nuestra identidad cultural.
Nuestra lengua es sexista y discriminatoria, por lo que de nada sirve suprimir los términos racistas o discriminatorios si no cambiamos la mentalidad. Está claro que todo prejuicio tiene su arraigo en la ignorancia, y hoy por hoy, salvo una pequeñísima élite, somos un pueblo que en promedio lee medio libro al año. Hemos hecho un país de Leyes e Instituciones que nadie respeta porque no basta con que existan para que las cosas cambien. Se trata de educación y cultura.
Prohibir la palabra (característica fundamental de los regímenes totalitarios y de los fundamentalismos religiosos) es prohibir la libre expresión de nuestro pensamiento. Basta recordar el oscurantismo de la Santa Inquisición. "O piensas como yo, o cuello". La abolición de la homofobia verbal se dará a la luz del conocimiento o no se dará. Mientras tanto, que nadie nos quite el derecho al insulto. No somos flemáticos como los ingleses. Somos tropicales y prejuiciosos; y las prohibiciones fortalecen los prejuicios. Tendrán que pasar todavía muchas generaciones por la universidad. Tendrán que familiarizarse con los libros antes de que podamos desarraigar de nuestro vocabulario la homofobia. Además de la ignorancia endémica respaldada firmemente por la televisión; habría que considerar también que la aceptación de la diversidad sexual, es algo muy reciente en nuestra cultura.
Nuestros hombres, tan machos ellos, se sienten terriblemente amenazados porque temen que quizá después de la aceptación y la legalización de la homosexualidad, pudieran también hacerlo obligatorio; y antes de que eso suceda marcan su territorio y sus preferencias sexuales apedreando a los que "no son como uno" con adjetivos peyorativos que; mala noticia: acaban de ser prohibidos. Mala, muy mala noticia que nos prohíban el uso de palabrotas. Que nos quiten el derecho al insulto que tanto ayuda a desemponzoñar el alma. Mala, muy mala noticia que me quiten el derecho a responder con una reconfortante "mentada de padre" a cualquier majadero que me grite "pinche vieja" desde su volante. Malo muy malo que atenten contra la libertad de palabra. Y como dice Paquita la del Barrio: ¿me están oyendo inútiles? Y ahora vámonos de vacaciones que ya comenzó la primavera.

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