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18 de agosto de 2013

Y los veneros de petróleo...

Roberta Garza.
El tema de la Reforma Energética es ineludible y a el se refieren la totalidad de quienes opinan en medios de comunicación, es el caso de Roberta Garza quien en la sección Acentos de Milenio Diario Laguna recuerda a Ramón López Madero, a los veneros de petróleo y a la llamada Ciudad de la Esperanza, a donde el zacatecano llegó en 1911 con la expectativa de que Francisco I. Madero le confiriera un cargo en el nuevo gobierno.

El poeta zacatecano llegó a la Ciudad de Vanguardia —antes de la Esperanza y, antes, de los Palacios, ambos motes demolidos por la abulia y la corrupción endémica de sus funcionarios— en 1911. Esperaba que el presidente Madero le diera un nombramiento en su nuevo gobierno, cosa que jamás sucedió; poco después, el hombre que cortejaría sin suerte durante el resto de su vida el amor de María de Nevares dio por vencidas sus ambiciones públicas cuando Victoriano Huerta tomó el poder y, harto de la incertidumbre, de la violencia y de las vicisitudes políticas, tomó sus bártulos y se estableció en San Luis Potosí.
Y los veneros de petróleo el Diablo.
El asunto es que entonces, como ahora, a pesar de la retórica nacionalista y triunfal, la vida pública mexicana parece menos un festín democrático que una cena de negros, con perdón de los negros. No hay otra manera de entender las estridencias, amenazas y anatemas alrededor de una reforma energética que, en cualquier sociedad civilizada, debiera abordarse como una oportunidad de multiplicar para el país el rendimiento de una de sus reservas naturales, y no mucho más. A menos, claro, que la intención sea otra; por ejemplo, que se hunda Pemex hasta que lo rescate un nuevo presidente que no sea espurio. Entre las preguntas de una ciudadana azorada por tanto oportunismo, mezquindad y estulticia, van las siguientes:
¿Por qué la política energética de un país en 2013 debiera ser normada exclusivamente por las disposiciones dictadas por un presidente en las muy distintas condiciones geopolíticas existentes en 1938?
Ramón López Velarde.
¿Por qué Rayito y sus gólems llaman a “defender nuestro petróleo” de los intentos privatizadores de Peña Nieto si el Presidente ha dicho una y otra vez en sus profusas apariciones en los medios que no hay la menor intención de que los hidrocarburos dejen de ser propiedad exclusiva de la nación?
¿Por qué los mismos anteriores llaman traición a la patria el contemplar cualquier esquema de inversión privada en Pemex, que no es en modo alguno lo mismo que privatizar la empresa, aludiendo a la calidad inmutable y sagrada de las leyes posteriores a la expropiación petrolera ejecutada por el presidente Lázaro Cárdenas, cuando éstas la permiten y contemplan abiertamente? El 7 de la reglamentaria del artículo 27 constitucional publicado en 1940 dice: “podrán celebrarse contratos con particulares, a fin de que estos lleven a cabo, por cuenta del gobierno federal, los trabajos de exploración y explotación, ya sea mediante compensaciones en efectivo o equivalentes a un porcentaje de los productos que se obtengan”.
¿Por qué importa la opinión de Marcelo Ebrard, ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México, cuando pide muy orondo un plebiscito que no solo parte de los falsos anteriores, sino que nunca pidió cuando, por ejemplo, decidió el trazo de la ruta del Metrobús a contrapelo para no afectar a los manifestantes que un día sí y otro también cerraban Bucareli sin ser molestados por su gobierno progresista, o la pertinencia de la construcción de la supervía?
¿Cómo abordar una reforma energética de gran calado sin tocar al elefante en la habitación: el oneroso, opaco y corrupto sindicato de Pemex?
Y, finalmente, ¿por qué estamos perdiendo el tiempo en demagogias cuando los días de vida útil del petróleo como fuente primaria de energía del planeta están contados?
Twitter: @robertayque

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