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5 de septiembre de 2013

¡La economía, estupidos!

Roberta
Garza Medina.
Según Roberta Garza quien escribe en la sección de Acentos en los medios impresos de Milenio Diario Laguna señala que el presidente Enrique Peña Nieto “…le hizo a la CNTE, vía sus cabilderos, una faena que todavía les ha de arder: los maestros vinieron desde lejos solo para ganar con sus marchas y plantones la enemistad del ciudadano común, porque nomás se instauró la LXII Legislatura y se aprobó el apartado del Servicio Profesional Docente, con lo cual los líderes charros ven minimizada su capacidad de vender o regentear las plazas que hoy asignan según el compromiso del futuro maestro para con ellos, y no por los talentos pedagógicos del candidato”.

George Bush.
La expresión original es de James Carville, el colorido estratega de la primera campaña presidencial de Bill Clinton, fabricada para consumo interno con la idea de que sus operadores electorales diseminaran tres mensajes esenciales: la necesidad de un cambio, la carencia de un sistema de salud pública y que, independientemente de las altísimas cifras de aprobación del entonces presidente y rival George Bush padre, la economía estadunidense estaba en recesión.
No es que quiera echarle a perder el día a Peña Nieto que, además de un aplaudido informe llevado a cabo desde la comodidad de sus habitaciones, le hizo a la CNTE, vía sus cabilderos, una faena que todavía les ha de arder: los maestros vinieron desde lejos solo para ganar con sus marchas y plantones la enemistad del ciudadano común, porque nomás se instauró la LXII Legislatura y se aprobó el apartado del Servicio Profesional Docente, con lo cual los líderes charros ven minimizada su capacidad de vender o regentear las plazas que hoy asignan según el compromiso del futuro maestro para con ellos, y no por los talentos pedagógicos del candidato. Falta ver si esto impacta en la calidad y excelencia de nuestros escolares tan incisivamente como se necesita —lo cual es improbable, porque el problema de la pésima educación mexicana rebasa el punto— o si el discurso oficial de preocupación por la atrofiada niñez nacional fue solo el grito de batalla para quitarle poder al sindicato rebelde y pasárselo a la SEP, o sea, a la administración política en turno.
Bill Clinton.
Haiga sido como haiga sido, Presidencia ha echado las campanas y los teleprompters al vuelo. Ojalá le aproveche porque, como van los números, la felicidad no puede durar: hace días Videgaray soltó su versión de que esto es apenas un catarrito cuando dijo que no, que en recesión no estábamos, que nomás entrábamos en un periodo de desaceleración —1.5% de crecimiento, y no los estimados alegres de 3 o 4% que, de cualquier modo, son magrísimos si los medimos contra lo posible—. Será el sereno pero el INEGI reporta para el segundo trimestre de 2013 una caída de 0.44% contra el primero. La creación en lo que va del año de poco más de 300 mil empleos no alumbra si sabemos que solo durante la recesión de 2008 se crearon menos. El PIB cayó por primera vez en cuatro años y las casas calificadoras esperan como buitres el dato de julio para ver si dan por bueno el estimado oficial de crecimiento de 1.8% para el año, y ya el Financial Times y el Washington Post han expresado sus reticencias sobre el antes llamado milagro mexicano.
El asunto es que las instituciones y características que atoran nuestra productividad y expansión económica siguen allí y ninguna de ellas va a desaparecer a corto o a mediano plazo: entre otras, la cultura de la ilegalidad, la improductividad, la ausencia de protocolos o siquiera de estándares de producción, el victimismo, el desaseo fiscal, el castigo al éxito, el nulo desarrollo de ciencia y tecnología propias y la prevalencia del pensamiento endogámico y mágico. Lo único que quizá incline la balanza con cierta celeridad, aunque quién sabe si con la necesaria para salvar el naufragio y definitivamente no con la esperada por Los Pinos, es la inyección de lana que suele acompañar las reformas energéticas modelo enchilada completa. Falta ver si el trance no deja al zafarrancho cortesía de los maestros en calidad de día de campo.

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