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5 de septiembre de 2013

Peña: el noviciado

Gerardo
Hernández González.
En la columna Capitolio que le publican varios medios coahuilenses el analista Gerardo Hernández González se refiere a las muchas dificultades que tiene la tarea de gobernar y al sentimiento de insatisfacción que recorre el mundo lo mismo en democracias que en dictaduras, el texto apareció publicado el pasado lunes en Zócalo de Saltillo de cuyo portal digital lo tomamos para compartirlo y reproducirlo.

Enlace: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/pena-el-noviciado-137810596
Enrique Peña Nieto.
Gobernar no ha sido jamás cosa sencilla, y hoy lo es menos que nunca. Un sentimiento de insatisfacción recorre el mundo. Lo mismo en democracias que en dictaduras. Los gobiernos de izquierda, derecha y centro cubren cada vez menos las expectativas ciudadanas de seguridad, justicia, empleo y bienestar. El problema es mayor en países como el nuestro donde se creyó que la alternancia resolvería por sí sola rezagos seculares. Nada más alejado de la realidad.
El primer año de gobierno del presidente Peña Nieto no ha sido miel sobre hojuelas como la propaganda anticipaba. No podía serlo, porque si bien su elección no fue tan conflictiva ni enconó tanto el país como las de Carlos Salinas y Felipe Calderón, también fue cuestionada. Los tiempos de cuando el PRI ganaba con más de 90% de los votos acabaron en 1976. Ese año, el PAN no presentó candidato; y para más inri, el PPS y el PARM postularon también a José López Portillo.
Raúl Salinas de Gortari.
Peña Nieto captó 38% de los votos, sumados los del Partido Verde. Pero respecto a la lista nominal, compuesta por más de 80 millones de ciudadanos, solo uno de cuatro —25% del total— lo apoyó en las urnas. El resto lo hizo por López Obrador (PRD) y Josefina Vázquez Mota (PAN). Significa que el sufragio se partió en tres, con la consecuente merma de legitimidad para el candidato ganador, en este caso del PRI.
José López
Portillo y Pacheco. 
Lo que hoy vemos en las calles con los maestros de la CNTE y otros grupos fuera de control, algunos de ellos armados y en franca rebeldía, las bajas puntuaciones de Peña Nieto en vísperas de su primer informe y el desencanto que la prensa internacional empieza a mostrar hacia el “Mexico’s moment”, es reflejo de un país dividido y sin liderazgo.
El presidente y su gabinete, en lugar de crecer, se achican. Tal vez llegó el momento de cambiar, en términos de Salinas de Gortari, lo que no funciona.
Incluso de quienes se esperaba más, por su experiencia, tampoco han rendido. Son los casos del secretario de Educación, Emilio Chuayffet, y del procurador general Jesús Murillo. El encarcelamiento de Elba Esther Gordillo no doblegó al magisterio ni allanó el camino para una reforma educativa tersa, sin sobresaltos. En materia de justicia, las pifias en los procesos de Florence Cassez, Raúl Salinas de Gortari, Rafael Caro Quintero y de militares de alto rango presuntamente vinculados a la delincuencia organizada, nutren el escepticismo interno y el descrédito de México en el exterior.
Emilio Chuayffet Chemor.
En seguridad, economía y política, tampoco hay nada digno de celebrar todavía. Los muertos no dejan de contarse por millares —muchos de ellos inocentes—, debido a la espiral de violencia. En una premiación reciente, Enrique Peña le dijo a un empresario que el cambio en La Laguna ya se notaba. “No, ahora las cosas están peor”, replicó. El secuestro se expande como los hongos, destruye patrimonios y siembra terror en múltiples hogares.
El crecimiento del PIB se redujo a la mitad de lo proyectado a principios de año. Y para colmo, tenemos un secretario de Gobernación bisoño, con cargas que exceden la capacidad de sus espaldas. No es lo mismo jugar en la liga de Hidalgo que en la gran carpa. Si el país se gobernara con spots, México sería hoy El Dorado.

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