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17 de noviembre de 2013

En tierra de nadie, los cacicazgos en México

Fernando Ramírez López.
El sistema político mexicano ha vivido, más allá del discurso decorativo de la revolución, en buena medida del arreglo concreto al margen de la ley. La componenda y la corrupción son su base de sustento. Por ello quizá no fuimos a plenitud, pero si con sus bemoles una dictadura militar, feroz e ideológica, por eso no somos una democracia moderna ni un país desarrollado. Somos una dictablanda con un peculiar arreglo político.
Por Fernando Ramírez López

Eduardo Iduñate Ramírez
Para Eduardo Iduñate Ramírez, por su amplia visión de la hermandad mundial.

“Lo que más satisfacción me da, lo que me hace sentir más pleno y rebosante de vida, es meter miedo a los demás. Tuve que aprenderlo cuando me convertí en cacique de este pinche pueblo. Al principio pensé que me costaría trabajo. Pero luego que maté a una docena de estos jodidos pueblerinos, la mitad a balazos, la otra mitad a golpes de machete, y al resto del pueblo se dio cuenta que yo podía asesinar a quien fuera por capricho e impunemente, empezaron a tenerme miedo”.
Jorge Hernández Campos. Soliloquio del cacique.

El sistema político mexicano ha vivido, más allá del discurso decorativo de la revolución, en buena medida del arreglo concreto al margen de la ley. La componenda y la corrupción son su base de sustento. Por ello quizá no fuimos a plenitud, pero si con sus bemoles una dictadura militar, feroz e ideológica, por eso no somos una democracia moderna ni un país desarrollado. Somos una dictablanda con un peculiar arreglo político. El agente de esta intermediación, es una figura que está en la matriz histórica del país y que evoluciona de acuerdo, casi siempre a sus cambios y representaciones, es la de los cacicazgos. Rural, sindical, urbano, empresarial, académico, cultural y delictivo; el cacique es nuestro Jano Bifronte, patrón de su comunidad, proveedor, ley última, opresor cariñoso, asesino y criminal; dispuesto al acuerdo mientras no se discuta su última palabra e instrumento del poder presidencial, si le conviene.
Jorge Hernández
Campos.
En un mundo de leyes y de gobiernos “electos democráticamente”, el cacique ha evolucionado hacia otras formas de control y apariencia. El reto fundamental asentimos, el gobierno en turno es el de ejercer un real control político y no solamente conformarse con emitir las denominadas reformas sociales.
Se han roto los puentes de acuerdo y de entendimiento que durante largo tiempo funcionaron; porque desde hace varios sexenios el presidente de la república ha querido enviar a los caciques al museo de la historia, sin lograrlo y complicando terriblemente el escenario nacional, hasta lograr hacerlo tierra de nadie.
¿Qué es el caciquismo?. La descripción más usual es aquella que lo define como un grupo de personas muy influyentes, déspotas y autoritarias. Los caciques como los caudillos, son actores en sistemas clientelares. Si bien podemos concentrarnos en caciques individuales, estos deben considerarse como representantes de sistemas mayores. En otras palabras el cacique es un hombre del poder de acuerdo a su ámbito de influencia y no un caudillo.
Los niveles de caciquismo son esencialmente de carácter nacional, estatal, regional, municipal y comunitario. La visión de que el único cacique de México está en “Los Pinos” ha perdido vigencia sobre todo en los últimos años, sentencia que fue válida cuando mucho hasta la conclusión del lopezportillismo en 1982. A partir de ahí se descompuso la frágil fuerza del fiel de la balanza.
Las reglas del juego ahora son diferentes, en particular las ha cambiado el crecimiento de las fuerzas económicas grupusculares, del ejército y de los cuerpos policíacos; pero sobre todo la actual composición de los grupos delictivos, cuyo ámbito e influencia natural siempre había sido el control de los giros negros y la trata de blancas; ahora han avanzado en el manejo de otros ámbitos de operación, como es el caso del control del tráfico de armas, narcotráfico, secuestro, casinos y cobro de uso de suelo; es decir han acotado al poder presidencial para volverlo víctima de ellos, incluso en algunos casos de los niveles estatal y municipal, han llegado a mezclarse con las autoridades establecidas, convirtiéndose en bloques de poder herméticos; de ahí la minimización de figura presidencial, que en su cambio evolutivo en aspectos electorales y de derechos humanos perdió la brújula del control que los tuvo siempre domeñados, se salieron de su órbita y esto ha generado la consecuente falta de autoridad sobre ellos antes ejercida de forma efectiva.
Los caciques en México pueden ser banqueros que reinan sobre créditos, autopréstamos, asociación con capitales extranjeros o líderes de colonias populares, lo mismo que jefes de cárteles del Golfo, del Pacífico, el Distrito Federal, Torreón o Durango; ellos son el poder real sobre el poder presidencial.
¿Cuál es el retrato inmejorable de un cacique o de una cacica?. En la literatura no escasean los retratos memorables de un Mariano Azuela en su obra Los Caciques, de Mauricio Magdaleno en el libro El Resplandor y sobre todo la creación de Juan Rulfo con Pedro Páramo, El Señor de la Media Luna, el Padre de Multitudes, el del derecho de pernada, el dueño de la vida y la muerte en la Comala interminable.
En el cine mexicano hay también retratos extraordinarios, el cacique de Río Escondido de Emilio Fernández, Rosauro Castro con Pedro Armendáriz, con una presencia y tal señoría que intimida y acorrala.
¿Cómo hacerle justicia a las memorias de Gonzalo N. Santos? las cuales se publicaron en 1987, describiendo al casi eterno cacique de San Luís Potosí. El Alazán Tostado, el señor del Gargaleote.
Todo marca a Santos: sus frases cáusticas, sus apetitos desembozados, su ostentación machista, lo que queda en claro es que si de algo se distancia es de los hábitos de la modernización.
Las instituciones caciquiles han variado con el correr del tiempo, pues fueron unos los caciques de los señoríos al momento de la conquista, otros los de las comunidades indígenas coloniales, los del México independiente, liberal y revolucionario; finalmente están los contemporáneos del Siglo XX y de las primeras décadas del XXI.
El desarrollo económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, la industrialización y la urbanización permitieron trasladar, con modificaciones al cacicazgo de su origen rural al escenario industrial y sin variar de objetivo: como un sistema de intermediación que sirvió de sostén al PRI y de control de las demandas y acciones del proletariado. La urbanización es el fenómeno demográfico que caracterizó a la sociedad mexicana post revolucionaria y el caciquismo se adaptó al nuevo ambiente, específicamente en las zonas de asentamientos marginales e irregulares, invadidas por las olas de migrantes que necesitaban de un solar donde establecerse y aún tenían consigo todo el bagaje de la cultura cívica campesina.
A finales del Siglo XX y como un ejemplo entre centenares se tiene a la antigua afanadora Guadalupe Buendía Torres, alías “La Loba” en su momento encarcelada y que con auxilio de su familiares y un grupo de incondicionales, construyó un impresionante cacicazgo en la zona conurbada del Estado de México, gracias al control sobre el organismo descentralizado de agua potable, alcantarillado y saneamiento de Chimalhuacan y desde luego, el efectivo apoyo que dio y recibió del PRI.
Con la pérdida de las elecciones de Francisco Labastida en su competencia a la presidencia de la república en el 2000 y la llegada del PAN, se da un quiebre que llevó al titular del ejecutivo a perder el control de los caciques políticos del país, debido a que durante doce años navegaron a la deriva y en consecuencia adquirieron su propio rumbo y autonomía, al no tener quien los dirigiera y ahora con la llegada y falta de experiencia de Peña Nieto con su nuevo equipo de colaboradores, han llevado al país casi al filo de la anarquía, nadie lo respeta, todo es una crisis institucional.
La corrupción contaminó a líderes, caciques, advenedizos, empresarios, banqueros, contratistas, gobernadores, funcionarios públicos, presidentes municipales, al ejército, policías, jueces y legisladores.
Considerando además el crecimiento descomunal de numerosos partidos políticos nacionales y locales, generaron una lucha de intereses particulares dejando de lado la estabilidad nacional, no compartimos la tesis de cacicazgos violentos y entregados a negocios ilícitos, pero lo que sucedió fue una pérdida de control y de rumbo de un modelo caciquil que se deformó.
Hoy los que mandan son los Z y los Chapos, los penales los controla la delincuencia y los cacicazgos emergentes se entremezclan con negociaciones en el poder turbias y con el crimen.
Han sepultado a La Quina, a Elba Esther Gordillo, a Jonguitud Barrios y la cabeza de Romero Deschamps ya está en la guillotina.
El descontrol y la falta de autoridad han derivado en la configuración de un país sin orden institucional. Por tanto lo deseable es la lucha ordenada de la sociedad civil, cuya meta debe ser   la construcción de un nuevo modelo político organizado.
En el México agitado del 2013 ya nadie se salva, el proceso de reconstrucción es largo y pesado, pero sobre todo tenemos un país carente de liderazgos de base, los caciques son hoy la cara desfigurada del poder, se transformaron de ser los salvajes salvaguardas del orden comunitario, a convertirse en los usufructuarios del poder en nuestra sociedad nacional; para ser ahora disfrazados de gobernadores, presidentes municipales, jefes de zona militar, cardenales, directores de banco, dueños de empresas nacionales y trasnacionales, en síntesis ni diputados, ni senadores, ni magistrados mandan; ahora llegó el terror por asalto a las instituciones que durante siglos por absurdo que parezca, los caciques mantuvieron controladas en un país hoy desvencijado. Qué lástima.
Email: licfernandora@hotmail.com
Celular: 871 163 3813
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